Vieron un escalofriante vídeo sobre la expulsión, en Brasil, de una tribu guaraní, los Kayapó, de su territorio y escucharon su terrible petición: "Decreten nuestra muerte colectiva. Queremos ser todos enterrados aquí." El joven seguidor comentó:
- Les dan otro lugar para vivir. ¿Por qué no lo aceptan?
El Anacoreta, tristemente, respondió:
- Porque para ellos su tierra es sagrada. Su vida está totalmente ligada a ella. Nuestra sociedad ha perdido el sentido del concepto "sagrado". Con la laicidad lo hemos querido borrar, pero, sagrado, también es un concepto laico. En la sociedad tienen que existir cosas sagradas, cosas intocables, cosas que hay que respetar. Si no, estamos abocados a la ley del más fuerte y al todo vale.
Suspiró y prosiguió:
- Nuestra sociedad parece que sólo conserva una cosa sagrada, el dinero. Le rendimos un culto idolátrico, a él y a lo que comporta; la tecnología, el poder...Y olvidamos que hay algo realmente sagrado, religiosa y laicamente: el hombre.
Volvió a suspirar con tristeza y añadió:
- ¿De qué nos sirve llenarnos la boca de la importancia del hombre, si queda en mera teoría? Respetarlo significa tener en cuenta sus necesidades, sus angustias, sus limitaciones, su culpabilidad. Hablar de la grandeza del hombre sin respetarlo, pisoteándolo, dominándolo, es una burla cruel. Si no entendemos los valores, la cultura, los deseos de los que son distintos a nosotros. Si no los respetamos, no podemos llamarnos cristianos.
Luego, mirando a los ojos del joven, concluyó:
- Si hacemos del dinero el objeto sagrado de la sociedad y además éste está acumulado en una tercera parte de la humanidad y dentro de esa tercera parte en 200 familias, la Declaración de los Derechos Humanos es papel mojado, letra muerta...
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