Era negra noche. Cuando entraron en la casa no se veía absolutamente nada. El joven seguidor fue tanteando la pared hasta que encontró el interruptor. Entonces se hizo la luz.
El Anacoreta dijo entonces:
- Mira. Esta lámpara es como la oración. ¿Existía la habitación antes de encenderla? Claro que sí; pero no la veíamos. La oración es la luz que nos permite ver a Dios. Él está ahí, pero muchos no lo ven, y, por ello, piensan que no existe. Falta la luz de la oración. De la verdadera oración, no la repetición simple de fórmulas, sino la unión afectiva a Dios. Fe y oración están unidas. Si fortalecemos nuestra oración, aumentamos nuestra Fe. Si vamos dejando la oración, nuestra Fe se hace cada vez más débil...
Miró al joven seguidor y concluyó:
- La Cuaresma es un buen momento para profundizar en nuestra oración.
No cuesta nada encender la luz cuando entramos en una habitación a oscuras, pero no es tan fácil darnos cuenta de esa oscuridad cuando dejamos el camino de la oración a un lado y qué difícil resulta volver a él si se deja por demasiado tiempo el camino principal y esa luz se va volviendo cada vez más opaca
ResponderEliminarUn abrazo
Penso que els poetes vivim en oració permanent, il·luminant tots els racons de la nostra ànima i investigant les raons de la vida i les seves últimes conseqüències.
ResponderEliminarMoltes gràcies pels ànims, Joan Josep. Una abraçada.
Somos cristianos para la acción y cuando nuestros actos dimanan de la oración es Dios quien actúa. Esta es la gran diferencia entre el hacer del hombre y el hacer de Dios.
ResponderEliminarUn gran abrazo.
Pablo.
Creo que la fe es un don de Dios, pero cuando la descubres la mejor forma de fortalecerla es con la oración y si esta es auténtica te lleva a la acción.
ResponderEliminarLa oración es la puerta que nos abre a la luz. Un abrazo