- Es curioso. Nadie acepta ser culpable de nada. Todos, en cambio, creen culpables a los demás . Solemos ser muy claros juzgando a los demás, pero juzgarnos a nosotros nos cuesta mucho. Nos resulta muy difícil vernos tal como somos.
Apagó la televisión y siguió hablando:
- Sin embargo es muy importante saber tocar nuestras heridas; conocernos tal cual somos. Es bueno replegarnos de vez en cuando en nosotros mismos, y ver nuestros fallos. No para quedarse en ellos y dar vueltas constantemente en nuestra miseria, sino, para reconociéndolos, poner remedio y seguir caminando hacia adelante.
Luego sonrió levemente y añadió:
- Tampoco es bueno estarle recordando constantemente a los demás los fallos que han cometido sin querer ver lo mucho bueno que hacen. Las heridas, las nuestras y las de los otros, son para superarlas. No para quedarse apegados morbosamente a ellas. Las heridas, las nuestras y las de los demás, son para curarlas. No para hurgar en ellas.
Volvió a sonreír y concluyó:
- Suerte que el que nos juzgará el último día será Él...
Segurament deurà ser Ell, el Fill de l'Home, però amb la mateixa mesura que nosaltres hem jutjat els altres.
ResponderEliminarSort que no serà el déu intransigent representat pel Vaticà & Co.
Amb la meva estimació sempre.
Olga.
El Vaticano,esta muy lejos,del campo de batalla,porque siempre son los mismos.
ResponderEliminarSe dice:que el poder corrompe,pero ellos no se relevan,ni entran en ningun comvento:sino que siguen asta que se mueren en el poder.Y tu joan josep,eres un soldado de primera linea.Una abraçada