El joven seguidor explicaba al Anacoreta que deseaba la soledad, pero que la Biblia dice: ¡Ay del solo!
El anciano sonrió y le dijo:
- Es que hay muchas clases de soledad y de solitarios. Puedes buscar la soledad para meditar...pero nunca has de ser un solitario. El solitario está poseído por la soledad. La soledad del enfermo, de la marginación social, del emigrante lejos de los suyos...
Luego miró fíjamente a su joven seguidor y añadió:
- Y luego está la soledad del egoísta. Es la de aquél que todo lo hace girar a su alrededor. Del que busca sacar provecho de todo y no da nada. Ese está profundamente solo, aunque esté rodeado de una multitud. Es el verdadero solitario. Y ¡ojo! Si buscas la soledad espiritual sólo para sentirte bien, para tu provecho...te alineas con el solitario egoísta. Busca la soledad, pero para volver con más fuerzas a luchar por los otros, a amar a tus hermanos. Una soledad en la que te sientas unido a los demás más que nunca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario