Uno de los defectos peores de nuestra sociedad - dijo el Anacoreta a su joven seguidor - es la superficialidad. Nos quedamos en la superficie de todo. Lo que se llamó pensamiento débil, es lo que domina nuestra cultura. Hemos dejado los libros por los artículos. Hemos cambiado la historia por la anécdota. No triunfa lo más profundo, sino lo más llamativo, aquello que llama la atención.
Se levantó para buscar un libro y mientras buscaba por las estanterías de la biblioteca, añadió:
- Lo peor es que esto ocurre también en nuestra vida espiritual. La fe necesita hondura y nos quedamos con cuatro ideas. Una fe que no se profundiza está condenada a perderse. No se trata de hacer de la fe algo racional, sino algo razonado, meditado, profundizado en el silencio y la meditación. La vida espiritual no puede depender de modas. La vida espiritual debe gestarse y vivir en lo más hondo de nuestro corazón.
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