Ayúdame Señor, te lo suplico...
A entender a mis alumnos, a escucharlos con paciencia
y contestar sus preguntas sin alterarme.
No permitas que lo interrumpa
y menos que los contradiga sin razón.
Concédeme la gracia de ser siempre cortés con ellos,
como quiero que lo sean conmigo.
Dame el valor suficiente para confesarles mis faltas
y pedirles perdón cuando les haya hecho daño.
No permitas que hiera nunca con mis actos sus sentimientos
o que me burle de sus errores y los castigue injustamente,
avergonzándoles o poniéndoles en ridículo.
I, sobre todo, te pido que nunca
descargue en ellos mi ira, sólo para satisfacer mi egoísmo;
nunca permitas que les induzca a mentir o a robar.
Hazme cada día más humilde
y que deje de sermonearlos continuamente,
ciégame para no ver sus pequeños errores,
pero dame luz para ver las cosas buenas que tienen y hacen.
Cuando me salga de mis casillas,
ayúdame Señor a contener mi lenguaje,
pon siempre en mis labios la palabra justa
para cuando merezcan elogios.
Ayúdame a tratarlos de acuerdo con su edad,
no permitas que les robe la oportunidad
de que cuiden de ellos mismos y que piensen
y lleven a término sus propias decisiones.
Permíteme que pueda concederles todas las satisfacciones
que sean razonables,
pero dame el valor suficiente para negarles
cualquier privilegio que pueda perjudicarles.
Permíteme que sea tan equitativo,
tan justo y amigable con ellos,
que me amen de verdad.
Concédeme Señor Todopoderoso,
que sea siempre digno, que mes alumnos
me amen y me imiten en lo bueno.
(Anónimo)
La oración supone un profesor perfecto pero somos humanos...
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