El ojo por ojo y diente por diente, nos parece justicia pura. El que la hace la paga y el castigo ha de ser proporcional al mal causado. Nos parece de una lógica aplastante. Pero resulta que un día viene Jesús y nos dice que hay que devolver bien por mal. Que si nos pegan en una mejilla, hemos de poner la otra. Y si nos roban la capa, les hemos de dar otra. Y, como es natural, nosotros no le hemos hecho caso. Faltaría más. La justicia es la justicia. La ley es la ley.
El problema empieza cuando no sabemos distinguir la justicia de la venganza. En el antiguo Egipto ser médico era una profesión de riesgo. Porque si su paciente perdía un miembro, se lo amputaban también a él. ¿Hacían lo mismo si el paciente se moría? No sé si mi amiga juez, María, estará de acuerdo, pero yo creo que si existen jueces, es precisamente porque la ley no es perfecta e inamovible, y porque la justicia se ha de interpretar para no convertirla en venganza y en algo, precisamente, injusto. Porque el que ha hecho algo que nosotros consideramos malo, también es una persona y tiene sus razones, motivos y circunstancias que hay que tener en cuenta. Pero Jesús es más drástico. Nos dice que hemos de devolver bien por mal.
Con su doctrina de devolver bien por mal, Jesús nos parece hoy un iluso. Hay que aplicar la ley y la justicia. Pero resulta que tras siglos de aplicar la ley y la justicia, el mal sigue campando por nuestro mundo. Porque a pesar de que el resultado de la ley del Talión es el odio, la venganza y la violencia, nosotros seguimos convencidos de que esto es la justicia.
Saber perdonar, saber olvidar, nos parece que es darnos por vencidos (hablando mal diríamos hacer el jilipollas). Sin embargo, el que es capaz de devolver una bofetada con un beso, hablo metafóricamente, es mucho más fuerte que el agresor. A la larga hará que este reflexione, y él se quedará con la conciencia tranquila de que es una persona auténtica.
El amor, el perdón, la comprensión...engendran vida. La pseudojusticia, sólo conduce a la muerte.
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