domingo, 28 de junio de 2015

LOS MÁS DÉBILES




"Cuando Jesús regresó en la barca al otro lado del lago, se le reunió mucha gente, y él se quedó en la orilla. Llegó entonces uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, que al ver a Jesús se echó a sus pies  suplicándole con insistencia:
– Mi hija se está muriendo: ven a poner tus manos sobre ella, para que sane y viva.
Jesús fue con él, y mucha gente le acompañaba apretujándose a su alrededor. Entre la multitud había una mujer que desde hacía doce años estaba enferma, con hemorragias. Había sufrido mucho a manos de muchos médicos, y había gastado cuanto tenía sin que le hubiera servido de nada. Al contrario, iba de mal en peor. Esta mujer, al saber lo que se decía de Jesús, se le acercó por detrás, entre la gente, y le tocó la capa. Porque pensaba: “Tan sólo con que toque su capa, quedaré sana.” Al momento se detuvo su hemorragia, y sintió en el cuerpo que ya estaba sanada de su enfermedad. Jesús, dándose cuenta de que había salido de él poder para sanar, se volvió a mirar a la gente y preguntó:
– ¿Quién me ha tocado?
Sus discípulos le dijeron:
– Ves que la gente te oprime por todas partes y preguntas: ‘¿Quién me ha tocado?’
Pero Jesús seguía mirando a su alrededor para ver quién le había tocado. Entonces la mujer, temblando de miedo y sabiendo lo que le había sucedido, fue y se arrodilló delante de él, y le contó toda la verdad. Jesús le dijo:
– Hija, por tu fe has sido sanada. Vete tranquila y libre ya de tu enfermedad.
Todavía estaba hablando Jesús, cuando llegaron unos de casa del jefe de la sinagoga a decirle al padre de la niña:
– Tu hija ha muerto. ¿Para qué molestar más al Maestro?
Pero Jesús, sin hacer caso de ellos, dijo al jefe de la sinagoga:
– No tengas miedo. Cree solamente.
Y sin dejar que nadie le acompañara, aparte de Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago, se dirigió a casa del jefe de la sinagoga. Allí, al ver el alboroto y la gente que lloraba y gritaba, entró y les dijo:
– ¿Por qué alborotáis y lloráis de esa manera? La niña no está muerta, sino dormida.
La gente se burlaba de Jesús, pero él los hizo salir a todos, y tomando al padre, a la madre y a los que le acompañaban, entró donde estaba la niña. La tomó de la mano y le dijo:
– Talita, cum (que significa: “Muchacha, a ti te digo: levántate.”)
Al momento, la muchacha, que tenía doce años, se levantó y echó a andar. Y la gente se quedó muy impresionada.  Jesús ordenó severamente que no se lo contaran a nadie, y luego mandó que dieran de comer a la niña."

Una mujer y una niña. El jefe de la sinagoga tiene su hija gravemente enferma y va en busca de Jesús. Cuando va de camino a la casa de la niña, se encuentra con otra mujer.
Dos personas que no contaban nada en Israel. Una niña y una mujer, además, con una enfermedad que la hace impura. Y Jesús sana a la mujer y devuelve la vida a la niña. Los hombres se extrañan de que Jesús, en medio de la multitud, pregunte quién le ha tocado. No entienden que para Jesús somos uno, no una multitud. Los hombres se ríen porque Jesús dice que la niña duerme. No entienden que aquellos que parecen muertos simplemente están dormidos.
Jesús nos sana de nuestras impurezas. Jesús nos despierta de nuestra muerte aparente. Jesús sana a aquellos que todo el mundo desprecia. Jesús hace, que aquel que pasa desapercibido, se sienta protagonista. Jesús hace, que aquel que pasa por la vida sin pena ni gloria, descubra sus valores y se dé cuenta de que es alguien único, digno de ser reconocido y capaz de hacer muchas cosas.
Para Jesús, el débil, es el más fuerte, el que merece más atenciones por su parte. Él sabe ver dónde están nuestras heridas...y sabe curarlas. sabe que estamos dormidos y nos despierta. Sabe que nuestro mundo está enfermo. Sólo si nos ponemos en sus manos, podremos ser curados.




1 comentario:

  1. Jesús ens dona forces quan ens posem a les seves mans amb Fe i amb tenacitat.
    Aci la meva modesta opinió.
    Una abraçada, Montserrat

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