"Cuando se fueron de allí, pasaron por Galilea. Pero Jesús no quiso que nadie lo supiera, porque estaba enseñando a sus discípulos. Les decía:
– El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; pero tres días después resucitará.
Ellos no entendían estas palabras, pero tenían miedo de hacerle preguntas.
Llegaron a la ciudad de Cafarnaún. Estando ya en casa, Jesús les preguntó:
– ¿Qué veníais discutiendo por el camino?
Pero se quedaron callados, porque en el camino habían discutido sobre cuál de ellos era el más importante. Entonces Jesús se sentó, llamó a los doce y les dijo:
– El que quiera ser el primero, deberá ser el último de todos y servir a todos.
Luego puso un niño en medio de ellos, y tomándolo en brazos les dijo:
– El que recibe en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe; y el que a mí me recibe, no solo me recibe a mí, sino también a aquel que me envió."
El Evangelio de hoy tiene dos partes. En la primera vemos a Jesús con sus discípulos de camino a Cafarnaún. Lo hacen a escondidas. Jesús quiere hablar sólo con ellos. Y les dice cuál va a ser su futuro. No entienden nada. No le preguntan y se ponen a discutir quién de ellos sería más importante en el Reino. Ellos siguen con la idea de que el Mesías será alguien triunfante que restablecerá el reino de Israel frente a los romanos. No han entendido lo que Jesús llama Reino.
En la segunda parte ya han llegado a su casa de Cafarnaún y Jesús les pregunta sobre sus discusiones y les enseña quién será realmente el primero en el Reino: el último, el servidor. Y les pone un ejemplo claro: coloca en medio de ellos a un niño y les dice que recibirlo a él, es recibir a Dios.
En cada una de esas partes destaca un verbo diferente. En la primera: "entregar". "El Hijo del hombre va a ser entregado...".
En la segunda: "recibir". "El que reciba en mi nombre a un niño como este...".
Este es el camino que nos señala Jesús en este evangelio: entregarse y recibir. Entregarnos, dar nuestra vida, como Él la dio, y recibir a los más pequeños, que es recibir a Dios.
La imagen del niño ahogado en la costa del Mediterráneo es una bofetada para todos los cristianos que no recibimos al pequeño, al que sufre. Para todos los cristianos que no nos entregamos a los demás. Para todos los cristianos que el Evangelio se nos queda en meras palabras y no lo transformamos en Vida.
El mensaje no puede ser más claro.
En la segunda parte ya han llegado a su casa de Cafarnaún y Jesús les pregunta sobre sus discusiones y les enseña quién será realmente el primero en el Reino: el último, el servidor. Y les pone un ejemplo claro: coloca en medio de ellos a un niño y les dice que recibirlo a él, es recibir a Dios.
En cada una de esas partes destaca un verbo diferente. En la primera: "entregar". "El Hijo del hombre va a ser entregado...".
En la segunda: "recibir". "El que reciba en mi nombre a un niño como este...".
Este es el camino que nos señala Jesús en este evangelio: entregarse y recibir. Entregarnos, dar nuestra vida, como Él la dio, y recibir a los más pequeños, que es recibir a Dios.
La imagen del niño ahogado en la costa del Mediterráneo es una bofetada para todos los cristianos que no recibimos al pequeño, al que sufre. Para todos los cristianos que no nos entregamos a los demás. Para todos los cristianos que el Evangelio se nos queda en meras palabras y no lo transformamos en Vida.
El mensaje no puede ser más claro.
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