"Después de esto, Jesús subió a una barca, pasó al otro lado del lago y llegó a su propio pueblo. Allí le llevaron un paralítico acostado en una camilla; y al ver Jesús la fe de aquella gente, dijo al enfermo:
– Ánimo, hijo, tus pecados quedan perdonados.
Algunos maestros de la ley pensaron: “Lo que este dice es una ofensa contra Dios.” Pero como Jesús sabía lo que estaban pensando, les preguntó:
– ¿Por qué tenéis tan malos pensamientos? ¿Qué es más fácil, decir: ‘Tus pecados quedan perdonados’, o decir: ‘Levántate y anda’? Pues voy a demostraros que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados.
Entonces dijo al paralítico:
– Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.
El paralítico se levantó y se fue a su casa. Al ver esto, la gente tuvo miedo y alabó a Dios por haber dado tal poder a los hombres."
Los maestros de la ley se escandalizan. Ellos creen en un dios vengador, terrible, que busca venganza. Jesús nos presenta un Dios Padre, que busca a la oveja perdida, que se alegra más por un pecador que se convierte que por mil justos...
Si no avanzamos, si estamos paralizados, debemos examinar nuestra conciencia y ver cuáles son nuestras faltas. Dónde radica nuestro egoísmo. Si somos capaces de reconocerlos e intentamos cambiar, oiremos su voz que nos dice: ánimo, tus pecados te son perdonados. Levántate y anda.