SABOR Y LUZ

"Vosotros sois la sal de este mundo. Pero si la sal deja de ser salada, ¿cómo seguirá salando? Ya no sirve para nada, así que se la arroja a la calle y la gente la pisotea.

Vosotros sois la luz de este mundo. Una ciudad situada en lo alto de un monte no puede ocultarse; y una lámpara no se enciende para taparla con alguna vasija, sino que se la pone en alto para que alumbre a todos los que están en la casa. Del mismo modo, procurad que vuestra luz brille delante de la gente, para que, viendo el bien que hacéis, alaben todos a vuestro Padre que está en el cielo."

Aquello a quienes el médico les dice que deben comer sin sal, experimentan, que así, los alimentos pierden gran cantidad de su sabor. Nuestros antepasados, antes de la aparición del frigorífico, sabían que la salazón era una de las formas de conservar los alimentos, de evitar que se pudrieran. Esto nos pide Jesús cuando nos dice que hemos de ser sal del mundo. Si somos sus discípulos, hemos de dar sabor a la vida e impedir la corrupción.
Un mundo en completa oscuridad no nos permitiría vivir. Todas las plantas morirían y nosotros, además, no veríamos nada. Si somos sus discípulos debemos llevar la luz, la vida allá donde vamos.
Un cristiano no puede ser alguien que se limita a ir pasando. Debe dar sabor y luz a su alrededor. Y eso significa que, como la sal, debemos disolvernos, dar nuestra vida para dar sabor al mundo. Y como una vela, nos hemos de consumir, entregándonos para iluminar a nuestros hermanos.