"No todos los que me dicen ‘Señor, Señor’ entrarán en el reino de los cielos, sino solo los que hacen la voluntad de mi Padre celestial. Aquel día muchos me dirán: Señor, Señor, nosotros hablamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros. Pero yo les contestaré: Nunca os conocí. ¡Apartaos de mí, malhechores!
Todo el que oye mis palabras y hace caso a lo que digo es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. Vino la lluvia, crecieron los ríos y soplaron los vientos contra la casa; pero no cayó, porque tenía sus cimientos sobre la roca. Pero todo el que oye mis palabras y no hace caso a lo que digo, es como un tonto que construyó su casa sobre la arena.Vino la lluvia, crecieron los ríos y soplaron los vientos, y la casa se derrumbó. ¡Fue un completo desastre!
Cuando Jesús acabó de hablar, la gente estaba admirada de cómo les enseñaba, porque lo hacía con plena autoridad y no como sus maestros de la ley."
Hacer de su Palabra nuestra vida, es fundamentarla sobre roca. Nos encontramos ante una crisis grave de espiritualidad. La gente abandona las iglesias. Hay muy pocas vocaciones religiosas y sacerdotales. ¿No habremos construido nuestra casa sobre arena? ¿Están en nuestros cimientos la meditación profunda de su Palabra y la entrega total en su cumplimiento?¿Le seguimos únicamente de palabra, pero nuestra vida es tibia y falta de compromiso?
Este fragmento de hoy, es el final del Sermón de la Montaña; ese compendio que hace Mateo de las enseñanzas de Jesús. Si se queda solamente en palabras, en buenos deseos, estamos edificando nuestra vida sobre arena. No nos extrañemos si todo se derrumba.
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