"Cuando ya se acercaba el tiempo en que Jesús había de subir al cielo, emprendió con valor su viaje a Jerusalén. Envió por delante mensajeros, que fueron a una aldea de Samaria para prepararle alojamiento; pero los samaritanos no quisieron recibirle, porque se daban cuenta de que se dirigía a Jerusalén. Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto le dijeron:
– Señor, si quieres, diremos que baje fuego del cielo para que acabe con ellos.
Pero Jesús se volvió y los reprendió. Luego se fueron a otra aldea.
Mientras iban de camino, un hombre dijo a Jesús:
– Señor, deseo seguirte adondequiera que vayas.
Jesús le contestó:
– Las zorras tienen cuevas y las aves nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde recostar la cabeza.
Jesús dijo a otro:
– Sígueme.
Pero él respondió:
– Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre.
Jesús le contestó:
– Deja que los muertos entierren a sus muertos. Tú ve y anuncia el reino de Dios.
Otro le dijo:
– Señor, quiero seguirte, pero deja que primero me despida de los míos.
Jesús le contestó:
– El que pone la mano en el arado y vuelve la vista atrás, no sirve para el reino de Dios."
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Empieza en el evangelio de Lucas la subida a Jerusalén. Dura diez capítulos; lo que nos indica que esta subida es más teológica que histórica. Jesús inicia su camino al desenlace final, a la muerte por todos nosotros.
El texto de hoy comienza con una lección de tolerancia. Los discípulos quieren hacer bajar fuego del cielo sobre aquellos que les han rechazado. Jesús se enfada. El fuego de Jesús no es fuego de castigo, si no fuego de amor.
Luego Jesús nos enseña las exigencias para su seguimiento:
. dejarlo todo
. colocarlo a Él por encima de los ritos
. no volverse atrás.
Jesús nos llama a todos, pero nos cuesta seguirlo. Llevamos demasiado peso a nuestras espaldas. Seguirlo es dejarlo todo, quedarse sin nada, confiar plenamente en Él. Pero no es fácil desprenderse de todas las seguridades. Tendemos a quedarnos siempre con "algo" por un "por si acaso..."
Jesús está por encima de todas las ataduras, mandatos y prescripciones. Nos exige que seamos todo enteros para Él. No quiere corazones partidos.
Jesús nos pide que abandonemos el pasado. Siempre debemos mirar hacia delante. El pasado es una rémora que nos impide avanzar. Si miramos atrás no vemos lo que tenemos delante. Nuestra misión la tenemos más allá de nuestro camino, no detrás.
Nuestra vida también es una subida a Jerusalén. Y Él avanza delante nuestro.
Jesús es claro y contundente, nos saca de nuestro círculo de confort, y entonces nos movemos entre la fe y la duda.
ResponderEliminarComo a todos los creyentes, muchas veces me ha asaltado la duda. Incluso he llegado a pensar que creemos en Dios porque queremos dar sentido a nuestra vida aún sin tenerla. No caigamos en este engaño de nuestra pobre y pusilánime lógica. Tampoco creamos que la duda nos hace menos hijos de Dios, menos dignos, pues la misericordia y el amor de Dios son infinitos. Tenemos fe porque Dios nos llama incesantemente. Creemos en el Señor porque Él nos atrae hacia la luz. El Espíritu de Dios nos inspira, nos ilumina para hacer el bien, y haciéndolo vemos que recibimos mucho más de lo que damos. Solo Dios nos libera. Seamos verdaderamente sabios y digamos como el salmo: "el Señor me libró de todas mis ansias".