"Jesús pasó de allí a la región de Tiro y Sidón. Una mujer cananea que vivía en aquella tierra, se le acercó dando voces:
– ¡Señor, Hijo de David, ten compasión de mí! ¡Mi hija tiene un demonio!
Jesús no contestó ni una palabra. Entonces los discípulos se acercaron a él y le rogaron:
– Dile a esa mujer que se marche, porque viene dando voces detrás de nosotros.
Jesús les dijo:
– Dios me ha enviado únicamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel.
Pero la mujer fue a arrodillarse delante de él y le pidió:
– ¡Señor, ayúdame!
Él le contestó:
– No está bien quitarles el pan a los hijos y dárselo a los perros.
– Sí, Señor – dijo ella –, pero hasta los perros comen las migajas que caen de la mesa de sus amos.
Entonces le dijo Jesús:
– ¡Mujer, qué grande es tu fe! Hágase como quieres.
Desde aquel mismo momento, su hija quedó sanada."
Aquella mujer tenía todos los números para que Jesús no le hiciera caso. No era judía, no pertenecía al Pueblo de Dios, era pagana. Y además era mujer, sin importancia para un judío. Sin embargo, así como ayer Pedro escuchaba cómo Jesús le recriminaba su poca Fe, hoy, esta mujer es elogiada por su gran Fe.
Y es que para Jesús la Fe no depende de lo que "somos", sino de cómo amamos. No tenemos más Fe por ser sacerdotes, religiosos, ir mucho a misa, ser católicos... Tenemos Fe aunque, como en este caso, seamos paganos, pero nuestro amor nos lleva a dirigirnos a Jesús. El amor a su hija le lleva a arrojarse a los pies de Jesús. Y esto lo vemos repetidas veces en el evangelio. Los que reciben elogios por su Fe, son aquellos que el amor les arroja a los pies de Jesús.
¿Nuestra Fe es teórica o está alimentada por el amor? ¿Creemos dogmas o creemos en Jesús?
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