"Jesús, seguido por mucha gente de Galilea, se fue con sus discípulos a la orilla del lago. Al oir hablar de las grandes cosas que hacía, acudieron también a verle muchos de Judea, de Jerusalén, de Idumea, del lado oriental del Jordán y de la región de Tiro y Sidón. Por eso, Jesús encargó a sus discípulos que le tuvieran preparada una barca, para evitar que la multitud le apretujara. Porque había sanado a tantos, que todos los enfermos se echaban sobre él para tocarle.
Y cuando los espíritus impuros le veían, se ponían de rodillas delante de él y gritaban:
– ¡Tú eres el Hijo de Dios!
Pero Jesús les ordenaba con severidad que no hablaran de él públicamente."
Ayer veíamos que los "buenos" planeaban cómo eliminarlo. Hoy vemos cómo la "gente" lo seguía. Los exégetas nos dicen que la palabra griega que encontramos en Marcos para nombrar a la gente, "óchlos", designa a la gente humilde, sencilla, a los que precisamente los "buenos" despreciaban. El texto de hoy nos dice que, incluso los extranjeros, los paganos de Idumea y Tiro y Sidón, acudían a Él. En Jesús encontramos dos cosas que debemos señalar: . Jesús se mezclaba con la gente, se dejaba tocar, se mezclaba con el pueblo. . Lo que atraía a toda esa gente eran sus "hechos". Jesús no era un "maestro" teórico, sino alguien que materializaba su doctrina en el amor, curando, desprendiendo bondad. De manera, que hasta los espíritus del mal lo reconocían. Seguir a Jesús implica estas dos cosas: mezclarse con la gente y demostrar nuestro amor con hechos. Por desgracia utilizamos demasiadas palabras. Una Iglesia elitista aleja de Dios. |
jueves, 19 de enero de 2017
TODOS LE SEGUÍAN
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