"El que recibe mis mandamientos y los obedece, demuestra que me ama. Y mi Padre amará al que me ama, y yo también le amaré y me mostraré a él.
Judas (no el Iscariote) le preguntó:
– Señor, ¿por qué vas a mostrarte a nosotros y no a la gente del mundo?
Jesús le contestó:
– El que me ama hace caso a mi palabra; y mi Padre le amará, y mi Padre y yo vendremos a vivir con él.El que no me ama no hace caso a mis palabras. Las palabras que estáis escuchando no son mías, sino del Padre, que me ha enviado.
Os he dicho todo esto mientras permanezco con vosotros;pero el Espíritu Santo, el defensor que el Padre enviará en mi nombre, os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que os he dicho."
Hoy Jesús nos dice cómo debemos amarle: siguiendo sus mandamientos y haciendo caso de su Palabra.
No olvidemos, que los mandamientos de Jesús son, amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a Él nos ha amado. Es decir, amar a Jesús es Amar a todos. Y su Palabra es su vida. Hacer caso de su Palabra, es imitar su vida, es seguirle.
La Pascua avanza y ya vemos cercano Pentecostés. Es el Espíritu el que nos enseñará todas las cosas; pero debemos abrir nuestros corazones a su soplo. Sólo así nuestros corazones arderán de Amor y lo comprenderemos todo.
"Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador.Si uno de mis sarmientos no da fruto, lo corta; pero si da fruto, lo poda y lo limpia para que dé más.Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado.Seguid unidos a mí como yo sigo unido a vosotros. Un sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no está unido a la vid. De igual manera, vosotros no podéis dar fruto si no permanecéis unidos a mí.
Yo soy la vid y vosotros sois los sarmientos. El que permanece unido a mí y yo unido a él, da mucho fruto; pues sin mí nada podéis hacer.El que no permanece unido a mí será echado fuera, y se secará como los sarmientos que se recogen y se queman en el fuego. Si permanecéis unidos a mí, y si sois fieles a mis enseñanzas, pedid lo que queráis y se os dará. Mi Padre recibe honor cuando vosotros dais mucho fruto y llegáis así a ser verdaderos discípulos míos." Este texto lo comentamos el otro día. Por esto os dejo el comentario de Koinonía, que me parece muy interesante: "La vid o la viña es el símbolo de Israel como pueblo de Dios (Sal
80,9; Is 5,1-7; Jr 2,21; Ez 19,10-12). La afirmación de Jesús se
contrapone a esos textos; no hay más pueblo de Dios (vid y sarmientos)
que la nueva humanidad que se construye a partir de Él (la vid
verdadera, cf. 1,9: la luz verdadera; 6,32: el verdadero pan del cielo).
Como en el AT, es Dios, a quien Jesús llama su Padre, quien ha plantado
y cuida esta vid. Advertencia severa de Jesús, que define la
misión de la comunidad. Él no ha creado un círculo cerrado, sino un
grupo en expansión: todo miembro tiene un crecimiento que efectuar y una
misión que cumplir. El fruto es el hombre nuevo, que se va realizando,
en intensidad, en cada individuo y en la comunidad (crecimiento,
maduración), y, en extensión, por la propagación del mensaje, en los de
fuera (nuevo nacimiento). La actividad, expresión del dinamismo del
Espíritu, es la condición para que el hombre nuevo exista. El
sarmiento no produce fruto cuando no responde a la vida que recibe y no
la comunica a otros. El Padre, que cuida de la viña, lo corta: es un
sarmiento que no pertenece a la vid. En la alegoría, la sentencia
toma el aspecto de poda. Pero esa sentencia no es más que el refrendo
de la que cada uno se ha dado: al negarse a amar y no hacer caso al
Hijo, se coloca en la zona de la reprobación de Dios (3,36). El
sarmiento que no da fruto es aquel que pertenece a la comunidad, pero no
responde al Espíritu; el que come el pan, pero no se asimila a Jesús. Quien
practica el amor tiene que seguir un proceso ascendente, un desarrollo,
hecho posible por la limpia que el Padre hace. Con ella elimina
factores de muerte, haciendo que el discípulo sea cada vez más auténtico
y más libre, y aumente así su capacidad de entrega y su eficacia.
Pretende acrecentar el fruto: en el discípulo, fruto de madurez; en
otros, fruto de nueva humanidad. El sarmiento no tiene vida
propia y, por tanto, no puede dar fruto de por sí; necesita la savia, es
decir, el Espíritu comunicado por Jesús. Interrumpir la relación con él
significa cortarse de la fuente de la vida y reducirse a la
esterilidad. El fruto de que se hablaba antes se especifica como
mucho fruto (cf. 12,24). Éste está en función de la unión con él, de
quien fluye la vida. Sin estar unido a Jesús, el discípulo no puede
comunicarla (sin mí no podéis hacer nada). El porvenir del que sale de
la comunidad por falta de amor es «secarse», es decir, carecer de vida.
El final es la destrucción (los echan al fuego y se queman). La muerte
en vida acaba en la muerte definitiva. Qué bien lo había entendido Juan
en su carta cuando sentencia: «Y este es su mandamiento: que creamos en
el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros, tal
como nos lo mandó». El amor es lo único que conduce a la vida verdadera y
definitiva."
"Si me conocéis, también conoceréis a mi Padre; y desde ahora ya le conocéis y le estáis viendo.
Felipe le dijo entonces:
– Señor, déjanos ver al Padre y con eso nos basta.
Jesús le contestó:
– Felipe, ¿tanto tiempo hace que estoy con vosotros y todavía no me conoces? El que me ve a mí ve al Padre: ¿por qué me pides que os deje ver al Padre?¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí? Las cosas que yo os digo no las digo por mi propia cuenta. El Padre, que vive en mí, es el que hace su propia obra.Creedme que yo estoy en el Padre y el Padre en mí; si no, creed al menos por las propias obras.Os aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago; y hará otras todavía más grandes, porque yo voy al Padre.Y todo lo que pidáis en mi nombre yo lo haré, para que por el Hijo se manifieste la gloria del Padre.Yo haré cualquier cosa que me pidáis en mi nombre."
Juan sigue insistiendo que es a través de Jesús que podemos conocer al Padre. Él rompe el velo que lo oculta. Por ello la verdadera teología se ha de basar en la Palabra; la hemos de descubrir a partir de la vida de Jesús. Él está en el Padre y el Padre está en Él. Por eso el Dios del Nuevo Testamento es un Dios cercano. Un Dios misericordioso. Un Dios que busca la oveja perdida. Un Dios que quiere que todos se salven. Un Dios que es Amor.
"Por aquellos días, María se dirigió de prisa a un pueblo de la región montañosa de Judea,y entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.Cuando Isabel oyó el saludo de María, la criatura se movió en su vientre, y ella quedó llena del Espíritu Santo.Entonces, con voz muy fuerte, dijo Isabel:
– ¡Dios te ha bendecido más que a todas las mujeres, y ha bendecido a tu hijo!¿Quién soy yo para que venga a visitarme la madre de mi Señor?Tan pronto como he oído tu saludo, mi hijo se ha movido de alegría en mi vientre.¡Dichosa tú por haber creído que han de cumplirse las cosas que el Señor te ha dicho!
María dijo:
- Mi alma alaba la grandeza del Señor.
Mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador.
Hoy es la festividad de Nuestra Señora de Montserrat. Leemos el evangelio de la Visitación de María a su prima santa Isabel. María se dirige a Ainkarim, a la montaña y recibió el saludo gozoso de su prima.
María, como a Isabel, hace que el Espíritu Santo nos llene con su luz. María nos muestra el camino a seguir por quienes queremos ser discípulos de Jesús: proclamar con nuestra vida las grandezas del Señor. Si somos portadores de Jesús a los demás, como María, haremos que el Espíritu repose sobre ellos y aumente su Fe.
María, desde la montaña de Montserrat nos bendice a todos.
"Vosotros sois la sal de este mundo. Pero si la sal deja de ser salada, ¿cómo seguirá salando? Ya no sirve para nada, así que se la arroja a la calle y la gente la pisotea.
Vosotros sois la luz de este mundo. Una ciudad situada en lo alto de un monte no puede ocultarse;y una lámpara no se enciende para taparla con alguna vasija, sino que se la pone en alto para que alumbre a todos los que están en la casa.Del mismo modo, procurad que vuestra luz brille delante de la gente, para que, viendo el bien que hacéis, alaben todos a vuestro Padre que está en el cielo."
El cristiano debe ser sal y luz del mundo. Es decir ha de dar sabor a la vida e iluminarla. Si somos corruptos, injustos, olvidamos a los más débiles..., aunque construyamos grandes templos, hagamos en ellos grandes ceremonias y pasemos muchas horas rezando, sencillamente, no somos cristianos. Es con nuestra vida con la que anunciamos la Buena Nueva. Es con nuestra vida con la que hemos de dar sabor e iluminar al mundo.
- Id por todo el mundo y anunciad a todos la buena noticia.El que crea y sea bautizado, será salvo; pero el que no crea será condenado.Y estas señales acompañarán a los que creen: en mi nombre expulsarán demonios; hablarán nuevas lenguas;cogerán serpientes con las manos; si beben algún veneno, no les dañará; pondrán las manos sobre los enfermos, y los sanarán.
Después de hablarles, el Señor Jesús fue elevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios.Los discípulos salieron por todas partes a anunciar el mensaje, y el Señor los ayudaba, y confirmaba el mensaje acompañándolo con señales milagrosas."
Hoy, festividad de san Marcos, la liturgia nos avanza el final de su evangelio, que volveremos a leer el domingo de la Ascensión.
Jesús nos indica que es ser su discípulo: enviados a anunciar la Buena Nueva y a luchar contra el mal. Tenemos además la seguridad de que Él nos protege y nos ayuda.
"Era invierno, y en Jerusalén celebraban la fiesta en que se conmemoraba la dedicación del templo. Jesús estaba en el templo, paseando por el pórtico de Salomón.Los judíos le rodearon y le preguntaron:
– ¿Hasta cuándo nos vas a tener en dudas? Si tú eres el Mesías, dínoslo de una vez.
Jesús les contestó:
– Ya os lo he dicho y no me habéis creído. Las cosas que yo hago con la autoridad de mi Padre, lo demuestran claramente;pero vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas.Mis ovejas reconocen mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen.Yo les doy vida eterna y jamás perecerán ni nadie me las quitará.Lo que el Padre me ha dado es más grande que todo, y nadie se lo puede quitar.El Padre y yo somos uno solo."
Los judíos quieren que Jesús les diga si es el Mesías o no.L idea de mesías de los judíos era muy distinta de la figura de Jesús. Él les dice que ya se define con sus obras, con su vida. Y lo más importante para nosotros, que es a traves de Él que conoceremos al Padre, porque Él y el Padre son uno solo.
Sus obras nos muestran quién es el Padre. Muchas veces nos preguntamos quién es Dios. La respuesta está en la vida de Jesús. Dios es misericordioso, un Padre que nunca nos abandona, que nos devuelve la vista, nos hace hablar y nos ayuda a caminar.
"Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador.Si uno de mis sarmientos no da fruto, lo corta; pero si da fruto, lo poda y lo limpia para que dé más.Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado.Seguid unidos a mí como yo sigo unido a vosotros. Un sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no está unido a la vid. De igual manera, vosotros no podéis dar fruto si no permanecéis unidos a mí.
Yo soy la vid y vosotros sois los sarmientos. El que permanece unido a mí y yo unido a él, da mucho fruto; pues sin mí nada podéis hacer.El que no permanece unido a mí será echado fuera, y se secará como los sarmientos que se recogen y se queman en el fuego.
Si permanecéis unidos a mí, y si sois fieles a mis enseñanzas, pedid lo que queráis y se os dará. Mi Padre recibe honor cuando vosotros dais mucho fruto y llegáis así a ser verdaderos discípulos míos."
La imagen de la viña y el viñador nos dice con claridad lo que somos los cristianos, lo que es la Iglesia, qué significa ser seguidor de Jesús.
Jesús es la viña y nosotros los sarmientos. Es decir, Él es nuestro tronco al que todos estamos unidos. Sin esta unión no podemos dar fruto. Y, ojo, podemos estar unidos y ser "chupones", aquellos sarmientos que sólo se aprovechan de la sabia para crecer, pero que no dan fruto alguno.
El Padre es el viñador. Siempre debemos tener la seguridad de que Él se cuida de nosotros.
¿Vivimos convencidos de esta unidad con Jesús y con nuestros hermanos, y de los cuidados del Padre? Es lo que en teología se conoce como Comunión de los Santos. Esa gracia que hace que todos formemos una sola comunidad, la Iglesia. Eso es la Iglesia. No la Jerarquía, sino la comunidad de todos los que estamos unidos a Jesús y cuidados por el Padre.
"Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas;pero el que trabaja solamente por el salario, cuando ve venir al lobo deja las ovejas y huye, porque no es el pastor ni son suyas las ovejas. Entonces el lobo ataca a las ovejas y las dispersa en todas direcciones.Ese hombre huye porque lo único que le importa es el salario, no las ovejas.
Yo soy el buen pastor. Como mi Padre me conoce y yo conozco a mi Padre, así conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí. Yo doy mi vida por las ovejas.También tengo otras ovejas que no son de este redil, y también a ellas debo traer. Ellas me obedecerán, y habrá un solo rebaño y un solo pastor.
El Padre me ama porque yo doy mi vida para volverla a recibir.Nadie me quita la vida, sino que la doy por mi propia voluntad. Tengo el derecho de darla y de volverla a recibir. Esto es lo que me ordenó mi Padre." Jesús se declara buen pastor. Añade que conoce a sus ovejas. En hebreo, el término conocer va ligado a amar totalmente. Y porque nos ama a nosotros, sus oveja, da su vida por nosotros. Por sus ovejas y por aquellas que no lo son, pero que Él quiere que se junten en un solo rebaño, bajo un solo pastor. Nosotros somos sus discípulos y estamos llamados también a ser pastores. ¿Lo somos?¿O, más bien somos mercenarios que huimos al menor peligro y nos aprovechamos de las ovejas? Jesucristo da su vida por sus ovejas y sabe, que dándola la recobra eternamente. Lo mismo nos ocurrirá a nosotros si sabemos darla de verdad; si nos entregamos por los demás. Es importante en este texto ver cómo Jesús no hace diferencia entre unas ovejas y todas. Sean de su redil o no, el ha dado su vida por todas y sabe, que un día se reunirán en el único redil: el de los hijos del Padre.
"Al oir todo esto, muchos de los que seguían a Jesús dijeron:
– Su enseñanza es muy difícil de aceptar. ¿Quién puede hacerle caso?
Jesús, dándose cuenta de lo que estaban murmurando, les preguntó:
– ¿Esto os ofende?¿Qué pasaría si vierais al Hijo del hombre subir a donde antes estaba?El espíritu es el que da vida; el cuerpo de nada aprovecha. Las cosas que yo os he dicho son espíritu y vida.Pero todavía hay algunos de vosotros que no creen.
Es que Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién el que le iba a traicionar.Y añadió:
– Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no lo trae.
Desde entonces dejaron a Jesús muchos de los que le habían seguido, y ya no andaban con él. Jesús preguntó a los doce discípulos:
– ¿También vosotros queréis iros?
Simón Pedro le contestó:
– Señor, ¿a quién iremos? Tus palabras son palabras de vida eterna.Nosotros sí hemos creído, y sabemos que tú eres el Santo de Dios."
El discurso de Cafarnaúm que hemos ido siguiendo estos días, es difícil de entender. Por eso muchos discípulos dejaron de seguirlo. Pedro tampoco lo entiende; pero confía en Jesús. "¿A dónde iremos si sólo tú tienes palabras de vida eterna?"
En la vida podemos encontrarnos en situaciones difíciles, que se hacen incomprensibles para nuestra lógica. Es en esos momentos que nuestra Fe debe pasar por encima de todo. Las Palabras de Jesús son palabras de amor. ¿Dónde encontraremos otras semejantes? Cuando se haga la noche a nuestro alrededor, sólo la Palabra nos iluminará. Porque esta palabra es Amor.
"Los judíos se pusieron a discutir unos con otros:
– ¿Cómo puede este darnos a comer su propio cuerpo?
Jesús les dijo:
– Os aseguro que si no coméis el cuerpo del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida.El que come mi cuerpo y bebe mi sangre tiene vida eterna; y yo le resucitaré el día último. Porque mi cuerpo es verdadera comida, y mi sangre verdadera bebida. El que come mi cuerpo y bebe mi sangre vive unido a mí, y yo vivo unido a él.El Padre, que me ha enviado, tiene vida, y yo vivo por él. De la misma manera, el que me coma vivirá por mí.Hablo del pan que ha bajado del cielo. Este pan no es como el maná que comieron vuestros antepasados, que murieron a pesar de haberlo comido. El que coma de este pan, vivirá para siempre.
Jesús enseñó estas cosas en la reunión de la sinagoga en Cafarnaún."
Como vemos hoy claramente, los judíos seguían sin entender a Jesús. Interpretaban, dar su cuerpo, literalmente. Jesús añade comer su cuerpo y beber su sangre. Esto, todavía lo entenderán menos. Les escandalizará. Todo esto sólo puede entenderse después de la muerte en cruz y de la Resurrección de Jesús. Como nos indica Koinonía, es en este tiempo de Pascua, cuando debemos meditar estos pasajes:
"El evangelio de Juan sigue ahondando en el tema de Jesús verdadera
comida. Esta insistencia hemos de asumirla de manera crítica y
profética. Hemos de hacernos varias preguntas: ¿Por qué en el tiempo de
la Pascua se insiste tanto en Jesús como verdadera comida? ¿Qué sentido
tiene para la vida de un creyente asumir a Jesús como el verdadero
alimento que da la vida eterna? Si logramos comprender la lógica
pascual, entonces podremos comenzar el itinerario de adhesión total al
proyecto de Dios. En este tiempo de Pascua la Iglesia nos invita a
asumir con criterio evangélico al Crucificado-Resucitado. El creyente
está llamado a aceptar a Jesús, muerto en la Cruz y Resucitado por el
amor infinito del Padre, con toda la mente, los sentimientos y la
acción. De esta manera el bautizado comienza en esta historia a vivir
señales de la vida eterna que ofrece Dios a todos los que acepten a
Jesús como Aquel que revela el misterio del Padre. Que en esta Pascua
nos dispongamos a comer el proyecto de Jesús, para que seamos como él."
"Nadie puede venir a mí si no lo trae el Padre, que me ha enviado; y yo lo resucitaré el día último. En los libros de los profetas se dice: ‘Dios instruirá a todos.’ Así que todos los que escuchan al Padre y aprenden de él vienen a mí.
No es que alguien haya visto al Padre. El único que ha visto al Padre es el que ha venido de Dios.Os aseguro que quien cree tiene vida eterna.Yo soy el pan que da vida.Vuestros antepasados comieron el maná en el desierto, y sin embargo murieron; pero yo hablo del pan que baja del cielo para que quien coma de él no muera.Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. El pan que yo daré es mi propio cuerpo. Lo daré por la vida del mundo."
Jesús sigue su discurso. Hoy añade algo a la explicación del pan de vida. Un pan que da la vida plena, "eterna". Un pan que es su cuerpo. Aquí la gente empezó a no entenderlo. Y como veremos en días posteriores, empezarán a dejar de seguirle. No entendieron que estaba anunciando que entregaría su vida por todos. No entendieron que para seguirle, debemos hacernos uno con Él. Jesús se nos da plenamente, totalmente.
– Yo soy el pan que da vida. El que viene a mí, nunca más tendrá hambre, y el que en mí cree, nunca más tendrá sed.Pero, como ya os dije, vosotros no creéis aunque me habéis visto.Todos los que el Padre me da vienen a mí, y a los que vienen a mí no los echaré fuera.Porque no he venido del cielo para hacer mi propia voluntad, sino para hacer la voluntad de mi Padre, que me ha enviado.Y la voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda a ninguno de los que me ha dado, sino que los resucite el día último.Porque la voluntad de mi Padre es que todo aquel que ve al Hijo de Dios y cree en él, tenga vida eterna, y yo le resucitaré en el día último."
Cuando rezamos el Padrenuestro, pedimos el pan nuestro de cada día. Ese pan no es sólo el pan alimento. Ese pan es el pan de vi da, es Jesús. El pan que nos ayuda a cumplir la voluntad del Padre. Jesús, hoy, también nos dice algo muy importante. El Padre quiere que nadie se pierda. La figura de un Dios severo, exigente, no se corresponde con la que nos da Jesús del Padre. Él nos presenta un Dios misericordioso. Un Dios, que ha mandado a su Hijo para que todos se salven. Un Hijo que encontramos cada día en la Eucaristía. Este es el pan de vida que se nos ofrece cada día en la Eucaristía.
– ¿Y qué señal puedes darnos – le preguntaron – para que, al verla, te creamos? ¿Cuáles son tus obras? Nuestros antepasados comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: ‘Dios les dio a comer pan del cielo.’
Jesús les contestó:
– Os aseguro que no fue Moisés quien os dio el pan del cielo. ¡Mi Padre es quien os da el verdadero pan del cielo! Porque el pan que Dios da es aquel que ha bajado del cielo y da vida al mundo.
Ellos le pidieron:
– Señor, danos siempre ese pan.
Y Jesús les dijo:
– Yo soy el pan que da vida. El que viene a mí, nunca más tendrá hambre, y el que en mí cree, nunca más tendrá sed."
Los israelitas, en el desierto, recibieron el pan del cielo, el maná. Pero Jesús nos dice que el verdadero pan del cielo, es Él.
La Eucaristía es nuestro verdadero alimento, que nos apaga el hambre y la sed para siempre. Porque la Eucaristía es recibir al mismo Jesús y la Eucaristía nos une a todos con Jesús (común - unión). Nos hace uno con Él.
Si recibimos la Eucaristía con verdadera Fe, seremos otros Cristos para los demás. Seremos solidarios y verdaderos hermanos con todos.
Leamos la reflexión de Koinonía:
"Jesús es el verdadero alimento, el verdadero pan. Quien lo coma no
vuelve a tener hambre. Estar unidos a Jesús es la garantía de la
fidelidad a la causa del Padre. Esta fidelidad a Jesús necesita ser
alimentada por la voluntad de Dios. Jesús es la expresión concreta de lo
que Dios quiere de sus hijos. La experiencia de ser creyente es una
realidad que se va formando en la persona de manera paulatina. El ser
humano es el resultado de lo que come y de lo que bebe. Si comemos el
cuerpo de Cristo y bebemos su sangre, no solamente como acto cultico o
litúrgico, sino en el vivir, actuar y hacer lo que Jesús hizo, entonces
podremos decir que hemos comenzado un itinerario de adhesión a la
voluntad del Padre celestial. Vivamos en nuestra vida de cristianos la
experiencia de la cristificación. Abrámonos a la acción del Espíritu
para ser saturados del Crucificado-Resucitado y manifestemos al mundo la
acción de Dios en nuestras vidas. Este es nuestro compromiso pascual.
Manos a la obra."
"Al día siguiente, la gente que permanecía en la otra orilla del lago advirtió que los discípulos se habían ido en la única barca que allí había, y que Jesús no iba con ellos. Mientras tanto, otras barcas llegaron de la ciudad de Tiberias a un lugar cerca de donde habían comido el pan después de que el Señor diera gracias.Así que, al no ver allí a Jesús ni a sus discípulos, la gente subió a las barcas y se dirigió en busca suya a Cafarnaún. Al llegar a la otra orilla del lago, encontraron a Jesús y le preguntaron:
– Maestro, ¿cuándo has venido aquí?
Jesús les dijo:
– Os aseguro que vosotros no me buscáis porque hayáis visto las señales milagrosas, sino porque habéis comido hasta hartaros.No trabajéis por la comida que se acaba, sino por la comida que permanece y os da vida eterna. Esta es la comida que os dará el Hijo del hombre, porque Dios, el Padre, ha puesto su sello en él.
Le preguntaron:
– ¿Qué debemos hacer para que nuestras obras sean las obras de Dios?
Jesús les contestó:
– La obra de Dios es que creáis en aquel que él ha enviado."
La gente no había entendido que la multiplicación de los panes era un "signo", una "señal". Jesús les muestra que aquello era una lección para que descubrieran el verdadero pan de vida. El pan que nos da el Hijo del hombre. Un pan que debemos compartir con todo el mundo.
Jesús, dando de comer a la multitud, nos enseña que debemos creer en Él, que debemos ser como Él. Debemos ser otros Cristos. Koinonia nos lo explica con profundidad:
"En la vida cristiana hemos caído permanentemente en la tentación de
confundir la necesidad con la fe. Este es una verdadera traición a la
vida cristiana. La fe para un discípulo de Jesús es hacer la voluntad
del Padre y de manera procesual hacer el itinerario discipular hasta
llegar a tener los mismos sentimientos de Cristo. Muchas veces seguimos a
Jesús buscando solucionar un asunto de índole personal, necesidad o
problema cotidiano. Jesús, en el relato evangélico, nos invita a
trabajar por el alimento que perdura para la vida eterna, que es: “hacer
la voluntad del Padre”. Pero ¿qué significa hacer la voluntad del
Padre? De manera contundente hemos de decirlo: Hacer la voluntad del
Padre es hacer el proceso de cristificación. Es decir, permitir que el
Crucificado-Resucitado nazca, crezca, se desarrolle en mí y así poder
parirlo y ofrecerlo al mundo desde y con mi propia vida. Revisemos
nuestro seguimiento a Jesús. ¿Estamos dispuestos a hacer la voluntad del
Padre en nuestra vida? ¿Somos conscientes de lo que significa vivir la
hondura del bautismo en nuestra existencia?"
"Entonces ellos contaron lo que les había pasado en el camino, y cómo reconocieron a Jesús al partir el pan. Todavía estaban hablando de estas cosas, cuando Jesús se puso en medio de ellos y los saludó diciendo:
– Paz a vosotros.
Ellos, sobresaltados y muy asustados, pensaron que estaban viendo un espíritu.Pero Jesús les dijo:
– ¿Por qué estáis tan asustados y por qué tenéis esas dudas en vuestro corazón?Ved mis manos y mis pies: ¡soy yo mismo! Tocadme y mirad: un espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo.
Al decirles esto, les mostró las manos y los pies.Pero como ellos no acababan de creerlo, a causa de la alegría y el asombro que sentían, Jesús les preguntó:
– ¿Tenéis aquí algo de comer?
Le dieron un trozo de pescado asado,y él lo tomó y lo comió en su presencia.Luego les dijo:
– A esto me refería cuando, estando aún con vosotros, os anuncié que todo lo que está escrito acerca de mí en la ley de Moisés, en los libros de los profetas y en los salmos, tenía que cumplirse.
Entonces les abrió la mente para que comprendieran las Escrituras, y les dijo:
– Está escrito que el Mesías tenía que morir y que resucitaría al tercer día;y que en su nombre, y comenzando desde Jerusalén, hay que anunciar a todas las naciones que se vuelvan a Dios, para que él les perdone sus pecados.Vosotros sois testigos de estas cosas." Los discípulos de Emaús están explicando a los otros discípulos la experiencia que han tenido de Jesús resucitado, cómo lo reconocieron al partir el pan. Jesús se aparece en medio de ellos y se asustan, creen que es un fantasma. Él ha de explicarles, partiendo de las Escrituras todo lo que había sucedido. Y les dice: "Vosotros sois testigos de estas cosas". Está claro que es imprescindible tener la experiencia de Jesús. Esta experiencia es la que transforma nuestras vidas. Es, cuando nuestras vidas están transformadas, cuando podemos ser verdaderos testigos y ayudar a los demás a tener la experiencia de Jesús. Tenemos dos lugares para experimentar a Jesús. Aquí se nos insiste en la Palabra. Meditando las Escrituras es como encontraremos a Jesús. La otra, es sabiéndolo lo ver en los demás, en el otro; en el pobre, en el que sufre. Por eso Jesús les muestra sus manos y sus pies para que lo reconozcan. Esto es muy importante, porque no podemos mostrar a Jesús a los demás, si nosotros no tenemos previamente esa experiencia de Jesús. Mientras los cristianos no comprendamos la Palabra y no dediquemos nuestras vidas a los más necesitados, a los perseguidos...,no podremos ser testigos de Jesús, no podremos darlo a conocer a los demás. Si la Iglesia es la Iglesia de los poderosos, de los que mandan, de los ricos..., no muestra a Jesús; lo esconde y da una falsa imagen del Resucitado.