viernes, 3 de noviembre de 2023

HACER EL BIEN SIEMPRE


Sucedió que un sábado fue Jesús a comer a casa de un jefe fariseo, y otros fariseos le estaban espiando. Había allí, delante de él, un hombre enfermo de hidropesía. Jesús preguntó a los maestros de la ley y a los fariseos:
– ¿Está permitido sanar a un enfermo en sábado, o no?
 Pero ellos se quedaron callados. Entonces Jesús tomó al enfermo, lo sanó y lo despidió. Y dijo a los fariseos:
– ¿Quién de vosotros, si su hijo o su buey cae a un pozo, no lo saca en seguida aunque sea sábado?
 Y no pudieron contestarle nada.


No existen tiempos para sanar y otros no. El bien del hombre está por encima de todo. Lo demás son excusas para no entregarnos a los demás. Jesús se lo dice con claridad a los fariseos hoy.

"Parece una pregunta muy tonta y muy torticera… ¿se puede hacer el bien fuera de hora? ¿Sería posible que hubiera tiempos y destiempos para las buenas obras? Parece imposible. El bien no tiene tiempos inoportunos o ilícitos. El bien es siempre, a toda hora, convenga o no convenga, esté en el programa o no. Ho hay un horario para esto.
Pero Jesús tiene sentido del humor, y para demostrar la tontería de la pregunta, les lanza una pregunta burlona. Pero ahí se esconde una verdad incluso más profunda: el burro que cae a un pozo no es tan importante como un hijo de Dios. Pero, si el burro es nuestro, vamos a hacer todo lo posible por salvarlo. ¿Cuántos “burros” tenemos? Es decir, cuántas preocupaciones que a veces son simplemente materiales, de trabajo, de no perder dinero o prestigio que vamos a tratar de salvar a cualquier costo. Dentro y fuera de horario. Sea el momento o no. Y, si cuidamos de lo nuestro con tanto afán que no nos importe si es a tiempo o a destiempo, ¿cómo no hacerlo por algo tan sagrado, tan digno y tan magnífico como un hijo de Dios? O, ¿cómo no hacerlo por responder a una llamada de Dios a una misión, a un servicio, a un acto de misericordia?
En otro pasaje se nos habla del samaritano. El pobre hombre por el camino ve pasar a varios sacerdotes, escribas, que pasan de largo del camino a una obligación programada. Pero el bien siempre está programado. Está inscrito en nuestra identidad como cristianos. Lo dice bien claro Pablo en la primera lectura: los hermanos pertenecen a la adopción filial, la gloria, la alianza, la ley, el culto… pertenecen a Cristo que está por encima de todo. Los adoptados, según las leyes antiguas semitas, tienen además una ventaja, ya que no pueden ser desheredados, una vez que los padres hayan aceptado el compromiso de adopción.  Por defender a los hijos—biológicos o adoptados-- por salvarlos, habría que hacer cualquier cosa, aunque sea fuera de nuestros programas y horarios, aunque sea fuera de todo plan o gusto personal.  Son mucho más que un burro, un punto de honor, una ascensión de puesto de trabajo, una preocupación material de cualquier tipo, una reunión importantísima que no deberíamos dejar. Todos nuestros “burros”, personales o comunitarios no tienen comparación con la enorme importancia de acercarse a un ser humano que necesita nuestra ayuda. Aunque no sean horas…"
(Carmen Aguinaco, Ciudad Redonda)

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