viernes, 10 de noviembre de 2023

ASTUCIA DE LOS HIJOS DE LA LUZ

 


Jesús contó también esto a sus discípulos: “Un hombre rico tenía un administrador que fue acusado de malversación de bienes. El amo le llamó y le dijo: ‘¿Qué es eso que me dicen de ti? Dame cuenta de tu trabajo porque no puedes seguir siendo mi administrador.’ El administrador se puso a pensar: ‘¿Qué haré ahora que el amo me deja sin empleo? No tengo fuerzas para cavar la tierra, y me da vergüenza pedir limosna... Ah, ya sé qué hacer para que haya quienes me reciban en sus casas cuando me quede sin trabajo.’ Llamó entonces uno por uno a los que tenían alguna deuda con el amo, y preguntó al primero: ‘¿Cuánto debes a mi amo?’ Le contestó: ‘Cien barriles de aceite.’ El administrador le dijo: ‘Aquí está tu recibo. Siéntate en seguida y apunta sólo cincuenta.’ Después preguntó a otro: ‘Y tú, ¿cuánto le debes?’ Este le contestó: ‘Cien medidas de trigo.’ Le dijo: ‘Aquí está tu recibo. Apunta sólo ochenta.’ El amo reconoció que aquel administrador deshonesto había actuado con astucia. Y es que, tratándose de sus propios negocios, los que pertenecen al mundo son más listos que los que pertenecen a la luz.

En esta parábola Jesús nos dice, que debemos tener para las cosas de Dios, la misma astucia que empleamos en los negocios terrestres. Es ayudando al otro, siendo compasivos, compartiendo...que, a pesar de nuestras faltas nos ganamos la misericordia de Dios.

"Esta parábola sorprende. El administrador actúa con zorrería, para salvar su situación. Y enterado el amo alaba su astucia. ¿Cuál es la enseñanza de Jesús exponiendo un caso tan evidente de falta de honradez?
Nos quedamos perplejos ante la alabanza a la astucia, sin caer en la cuenta de que no es Jesús el que lo alaba sino el señor del relato. Y casi no prestamos atención a la advertencia final que esta sí es hecha por Jesús: Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su propia gente que los hijos de la luz.
Como afirmó Benedicto XVI en Velletri el 23 de septiembre 2007, es preciso elegir entre la lógica del lucro como criterio último de nuestra actividad y la lógica del compartir y de la solidaridad.  
Y lo que en aquel momento era mera descripción de la realidad social, pudiera ser válida para nuestros días. Todo parece indicar que hay más astucia y habilidad para el mal que para el bien. O más habilidad para hacer avanzar la injusticia que para lo que se ha encomendado a los hijos de la luz.
San Agustín, comentando este pasaje concluía que las riquezas terrenas deben servir para conseguir las verdaderas y eternas. Nosotros los cristianos debemos emplear los bienes de esta tierra para conseguir la felicidad que no tendrá fin. Emplearlos  con sagacidad e inteligencia.
Ahora bien, la única manera de hacer que fructifiquen para la eternidad nuestras cualidades y capacidades personales, así como las riquezas que poseemos, es compartirlas con nuestros hermanos, siendo de este modo buenos administradores de lo que Dios nos encomienda. Dice Jesús:  «El que es fiel en lo poco, lo es también en lo mucho; y el que es injusto en lo poco, también lo es en lo mucho»
Una invitación a repensar qué uso hacemos de las cosas, cómo administramos aquello de lo que podemos disponer y si caemos en la cuenta de que ni nuestra habilidad ni los bienes que poseemos son solamente nuestros. Aunque sean producto de nuestro esfuerzo, siempre son un don de Dios que nos los ha entregado para que los empleemos, como hijos de la luz, para el bien."
(Virginia Fernández Aguinaco)

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