jueves, 9 de noviembre de 2023

EL TEMPLO

 

Como se acercaba la fiesta de la Pascual de los judíos, Jesús fue a Jerusalén; y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los que tenían puestos donde cambiar el dinero. Al ver aquello, Jesús hizo un látigo con unas cuerdas y los echó a todos del templo, junto con las ovejas y los bueyes. Arrojó al suelo las monedas de los cambistas y les volcó las mesas. A los vendedores de palomas les dijo:
– ¡Sacad eso de aquí! ¡No convirtáis en un mercado la casa de mi Padre!
 Sus discípulos recordaron entonces la Escritura que dice: “Me consumirá el celo por tu casa.”
 Los judíos le preguntaron:
– ¿Qué prueba nos das de que tienes autoridad para actuar así?
 Jesús les contestó:
– Destruid este templo y en tres días lo levantaré.
 Le dijeron los judíos:
– Cuarenta y seis años tardaron en construir este templo , ¿y tú vas a levantarlo en tres días?
 Pero el templo al que Jesús se refería era su propio cuerpo. Por eso, cuando resucitó, sus discípulos se acordaron de lo que había dicho y creyeron en la Escritura y en las palabras de Jesús.

Jesús no acepta la mercantilización del Templo. No quiere que la religión sea una excusa para enriquecerse. Para los judíos, el Templo era lo más grande. Para Jesús el Templo era su cuerpo. Y nos invita a que nuestros cuerpos sean también templos de Dios. Debemos acostumbrarnos a ver a Dios en nuestro interior y en el de los demás. Respetar a nuestro prójimo, porque Dios habita en ellos, aunque no sean conscientes.

"Desde el s.XII en este día se celebra la Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán, construida por el emperador Constantino. El nombre oficial es Archibasilica Sanctissimi Salvatoris, es la más antigua y la de rango más alto entre las cuatro basílicas mayores o papales de Roma, y tiene el título honorífico de «Omnium urbis et orbis ecclesiarum mater et caput» (madre y cabeza de todas las iglesias de la ciudad de Roma y de toda la tierra).
Toda la liturgia eucarística de hoy abunda en referencias al Templo, a la Jerusalén celestial, a la edificación de la Iglesia, a la Nueva Jerusalén. Somos piedras vivas de  esta ciudad celestial. Cristo es la piedra angular y el Templo entero. Nosotros somos el Cuerpo de Cristo… El Cuerpo resucitado al tercer día… Para hablar de todo esto se multiplican las imágenes, las metáforas, la poesía necesaria para expresar lo inefable.
La existencia del que cree en Jesucristo es una vida real, tangible, empírica, traspasada por una vida aún más real pero invisible: es habitante, piedra, miembro de la Iglesia. Y es esa realidad invisible la que colorea y da sentido a lo que sí palpamos, disfrutamos o padecemos en esta tierra.
San John Henry Newman escribió: “no vemos nada de nuestro templo espiritual, pero es la condición requerida para que esté en todas partes. No estaría en todas partes si lo viéramos en alguna; no vemos nada, pero gozamos de todo. […] Es lo que hace decir a San Pablo: Os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, a la Jerusalén celestial, a miríadas de ángeles en fiesta, a la asamblea de los primogénitos cuyos nombres están inscritos en el cielo”.
Cada vez que nos reunimos en el nombre del Señor, podríamos recitar juntos o cada uno en su interior alguna de las antífonas de la liturgia de hoy. O la preciosa oración colecta: “Oh, Dios, que preparas una morada eterna a tu majestad con piedras vivas y elegidas, multiplica en tu Iglesia el espíritu de gracia que le has dado, de modo que tu pueblo fiel crezca siempre para la edificación de la Jerusalén del cielo,. Por nuestro Señor Jesucristo."
(Virginia Fernández Aguinaco, Ciudad Redonda)

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