miércoles, 8 de noviembre de 2023

AMARLO SOBRE TODO.



  Jesús iba de camino acompañado por mucha gente. En esto se volvió y dijo: Si alguno no me ama más que a su padre, a su madre, a su esposa, a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, y aun más que a sí mismo, no puede ser mi discípulo. Y el que no toma su propia cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. Si alguno de vosotros quiere construir una torre, ¿acaso no se sentará primero a calcular los gastos y ver si tiene dinero para terminarla? No sea que, una vez puestos los cimientos, si no puede terminarla, todos los que lo vean comiencen a burlarse de él, diciendo: ‘Este hombre empezó a construir, pero no pudo terminar.’ O si un rey tiene que ir a la guerra contra otro rey, ¿no se sentará primero a calcular si con diez mil soldados podrá hacer frente a quien va a atacarle con veinte mil? Y si no puede hacerle frente, cuando el otro rey esté todavía lejos le enviará mensajeros a pedirle la paz. Así pues, cualquiera de vosotros que no renuncie a todo lo que tiene no puede ser mi discípulo.


"Hoy San Pablo, en su carta a los Romanos afirma que el que ama ha cumplido la plenitud de la ley. Es un mensaje de alegría y ánimo: “a nadie le debáis nada más que el amor mutuo”. Al escucharlo no ignoramos que la propuesta presenta muchas dificultades porque nuestra condición humana nos inclina a amar pero también a cerrarnos en el egoísmo, el orgullo, el resentimiento, la comodidad… A veces tomamos en serio esa bobada publicitaria del “tu lo vales” con las que nos venden cualquier capricho o estimamos que nuestro particular derecho tiene primacía sobre todo lo demás.
En el Evangelio de Lucas, es Jesús quién señala cómo tiene que ser ese amor con una dureza que nos resulta difícil de afrontar. Es un pasaje del Evangelio que, cuando lo leí por primera vez, me echó para atrás. Me parecía imposible que aquello estuviera conforme con otros textos evangélicos como la parábola del buen samaritano, por ejemplo. A fin de cuentas el levita y el sacerdote que pasaron de largo, lo hacían por respetar el rito del culto a Dios. Y el bueno era el samaritano. Y ahora encuentro que lo primero es Dios y lo demás hay que posponerlo.   Señor, aclárame esto, pedía...
La traducción de la Biblia que yo utilizaba por entonces, usaba el verbo odiar: “Si alguno viene en pos de mí y no odia a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos [...]no puede ser mi discípulo”. Demasiado fuerte. En la última versión aprobada por la Conferencia Episcopal española el verbo es posponer que parecesin duda, más aceptable. ¿Más fácil? En absoluto.
Porque para amar de verdad al prójimo, al más cercano que es la familia, y al que forma parte de toda la familia humana es necesario, imprescindible, un cimiento: el mismo Jesucristo. Nada podemos edificar sobre arena o sea un sentimiento, un deseo, una emoción, un apego. Él nos dice también “sin Mí no podéis hacer nada”. Posponer nuestros afectos más legítimos, nuestros apegos, nuestra necesidad de dar y recibir afecto significa tener a Cristo como único cimiento. El único que puede poner solidez y fortaleza a nuestro amor. Un amor que ha de manifestarse en obras y que tantas veces es frágil en inconsistente."
(Virginia Fernández Aguinaco, Ciudad Redonda)

No hay comentarios:

Publicar un comentario