Ay de vosotros, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!, que separáis para Dios la décima parte de la menta, del anís y del comino, pero no hacéis caso de las enseñanzas más importantes de la ley, como son la justicia, la misericordia y la fidelidad. Esto es lo que se debe hacer, sin dejar de hacer lo otro. ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y tragáis el camello!
¡Ay de vosotros, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!, que limpiáis por fuera el vaso y el plato, pero por dentro estáis llenos de lo que habéis obtenido con el robo y la avaricia. Fariseo ciego, ¡limpia primero el vaso por dentro, y así quedará limpio también por fuera!
Jesús sigue reprendiendo a los fariseos y maestros de la le. Ellos dan mucha importancia a las minucias de la ley y olvidan lo más importante: la justícia, la misericordia, la fidelidad.
Nosotros también corremos el riesgo de dar importancia a las apariencias, a la letra y olvidar lo fundamental. Para Jesús lo más importante es el Amor a Dios y al prójimo. Aquí nos dice claramente que de nada sirve cumplir preceptos, si somos injustos, si no somos misericordiosos, si no somos fieles. Nuestra sociedad está llena de injusticias. De nada sirven nuestras oraciones y sacrificios, si no luchamos para desterrarlas, para hacer de nuestro mundo un mundo más justo; si no nos compadecemos y luchamos para erradicar la pobreza, el sufrimiento. Debemos limpiarnos por dentro, limpiar nuestro corazón. Eso nos hará ser justos, misericordiosos y fieles.
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