Puede compararse también el reino de los cielos a una red echada al mar, que recoge toda clase de peces. Cuando la red está llena, los pescadores la arrastran a la orilla y se sientan a escoger los peces: ponen los buenos en canastas y tiran los malos. Así sucederá al fin del mundo: saldrán los ángeles a separar a los malos de los buenos, y arrojarán a los malos al horno encendido, donde llorarán y les rechinarán los dientes.
Jesús preguntó:
– ¿Entendéis todo esto?
– Sí, Señor – contestaron ellos.
Entonces Jesús añadió:
– Cuando un maestro de la ley está instruido acerca del reino de los cielos, se parece a un padre de familia que de lo que tiene guardado saca cosas nuevas y cosas viejas.
Cuando Jesús terminó de contar estas parábolas se fue de allí.
La red lo recoge todo. Peces buenos y peces malos. Como veíamos con el trigo y la cizaña, no es hasta el final cuando se separa lo bueno de lo malo. Dios espera siempre nuestra conversión, que cambiemos.
Jesús pregunta a sus discípulos si lo han entendido. Ellos responden que sí. ¿Lo hemos entendido nosotros? Si seguimos clasificando a las personas en buenas y malos y naturalmente nosotros nos incluimos en los buenos, es que no hemos entendido nada.
Debemos escuchar la Palabra, meditarla. Es allí donde encontraremos cosas nuevas y viejas. Es así que descubriremos nuestro camino, que podremos discernir.
Quien es bueno y quien es malo, sólo Dios puede juzgarlo. Él ve lo que hay en cada corazón.
"Un padre de família amb coses noves i velles"
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