viernes, 20 de septiembre de 2024

DISCÍPULAS

  


Después de esto, Jesús anduvo por muchos pueblos y aldeas proclamando y anunciando el reino de Dios. Le acompañaban los doce apóstoles y algunas mujeres que él había librado de espíritus malignos y enfermedades. Entre ellas estaba María, la llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; también Juana, esposa de Cuza, el administrador de Herodes; y Susana, y otras muchas que los ayudaban con lo que tenían.

En una sociedad en que las mujeres no contaban para nada, vemos a Jesús que se rodea de ellas, que las cura, que las perdona. Son ellas las que están al pie de la Cruz. Serán ellas las encargadas de anunciar su Resurrección a los apóstoles. ¿Tenemos nosotros la misma mirada que Jesús tenía hacia las mujeres? Tras años de cristianismo las hemos relegado a misiones secundarios dentro de la Iglesia. Una sociedad que se llama cristiana sigue ejerciendo la violencia hacia la mujer. Cobran menos en su trabajo y buscamos relegarlas a lugares secundarios. Si nos consideramos discípulos de Jesús, esta no es la actitud que debemos tener con ellas. Coloquemos a la mujer al mismo nivel que el hombre. A ambos, hombre y mujer, Dios los creó a su imagen.

"Lucas nos presenta hoy un pasaje exclusivo de él. Es un sumario de la actividad de Jesús, quien recorría ciudades y pueblos de Galilea anunciando el Evangelio en compañía de los Doce y de “algunas mujeres”, unas sanadas y otras que le ayudaban con sus bienes. Sabemos del papel marginal que los judíos (y los griegos y los romanos) de la época de Jesús le asignaban a la mujer. Para Jesús no es así. Él dignifica a las mujeres y las acepta como sus discípulas y deja que lo acompañen en su camino. Él les concede un papel importante en la evangelización, como luego hará también S. Pablo.
Jesús instaura una nueva forma de tratar a la mujer (para escándalo de sus contemporáneos), pero no sólo eso, sino que su comunidad de discípulos y discípulas que lo sigue representa el Reino de Dios en el que se reconcilian varones y mujeres, casados y solteros, sanos y enfermos ricos y pobres. En la comunidad en torno a Jesús hay inclusión y diversidad, y la mujer juega un papel singular en la misión de Jesús. Todos llamados a participar activamente en la evangelización independientemente de nuestro género, pasado o condición.
Las mujeres estuvieron al lado de Jesús desde el principio y fueron testigos de los hechos más importantes de su vida. No lo abandonaron ni en los momentos más difíciles. Siguieron a Jesús sin hacer ruido, pero con fidelidad eterna. San Juan Pablo II escribía: “La Iglesia da gracias  a Dios por todas las mujeres y por cada una… La Iglesia expresa su agradecimiento por todas las manifestaciones del “genio” femenino aparecidas a lo largo de la historia… da gracias por todos los carismas otorgados a las mujeres… por todas las victorias debidas a su fe, esperanza y caridad; manifiesta su gratitud por todos los frutos de santidad femenina” (Milieris dignitatem, n. 31).
Acompañar a Jesús significa aceptar día tras día su Palabra como criterio válido para nuestra vida, ver en Él la autoridad a la que nos sometemos. Acompañar a Jesús nos pide cambiar y no cerrarnos a nosotros mismos y entregarnos a Él y vivir al servicio de la verdad y el amor como vivió Él.  El discípulo es el llamado y el elegido por Jesús para dar testimonio de Él. Y como dice Pablo: “vivo yo, mas no yo, es Cristo quien vive en mí”. El discípulo representa a Cristo."
(José Luis Latorre cmf, Ciudad Redonda)

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