domingo, 29 de septiembre de 2024

UNA IGLESIA SIN FRONTERAS

 

 
Juan le dijo:
– Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre; pero se lo hemos prohibido, porque no es de los nuestros.
Jesús contestó:
– No se lo prohibáis, porque nadie que haga un milagro en mi nombre podrá luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros, está a nuestro favor. El que os dé aunque solo sea un vaso de agua por ser vosotros de Cristo, os aseguro que tendrá su recompensa.
Al que haga caer en pecado a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que lo arrojaran al mar con una gran piedra de molino atada al cuello. Si tu mano te hace caer en pecado, córtala; es mejor para ti entrar manco en la vida. que con las dos manos ir a parar al infierno, donde el fuego no se puede apagar.
Y si tu pie te hace caer en pecado, córtalo; es mejor para ti entrar cojo en la vida, que con los dos pies ser arrojado al infierno.
Y si tu ojo te hace caer en pecado, sácalo; es mejor para ti entrar con un solo ojo en el reino de Dios, que con los dos ojos ser arrojado al infierno, donde los gusanos no mueren y el fuego no se apaga.

Los cristianos no debemos ser un gueto. No debemos creernos los únicos que conocemos a Dios. El que Ama sigue a Dios. Sólo luchando todos unidos contra la desigualdad, el mal, el dolor, las guerras, la enfermedad, la pobreza...lograremos instaurar el Reino de Dios. Luchando entre nosotros, escandalizamos a los más pequeños. Es amando que nos acercamos todos a Dios. Hemos de luchar por una Iglesia sin fronteras.

"Lo que hoy nos enseña la palabra de Dios es que, en su pueblo, aunque haya cometidos diferentes, no hay monopolios. Nadie tiene la exclusiva del Espíritu, ni la exclusiva de la recta comprensión del evangelio, ni la exclusiva del anuncio del evangelio. Somos un pueblo de profetas. Hemos visto cómo Moisés se alegraba de que el Espíritu de Dios puede hablar a través de los setenta y dos ancianos, y hemos visto a Jesús desaprobando el exclusivismo de los discípulos.
Podemos añadir que Dios puede hacer brotar cosas nuevas incluso a través de los pequeños. De esos pequeños, de los que hablábamos la semana pasada. Pensad en las apariciones de Lourdes. Una niña sin casi educación sirvió de cauce para que se formara lo que ahora es uno de los lugares más importantes de la geografía espiritual de Europa; y algo semejante ha sucedido con los pastorcitos en Fátima. San Benito decía también que el Espíritu puede hablar a través del más joven de los monjes. Y quizá alguno de vosotros deba confesar que ha aprendido de sus hijos pequeños. El Espíritu de Dios está también presente en ellos y a veces se expresa por medio de ellos de una forma increíble, que llega al corazón más que las palabras del cura que nos habla en la homilía o en el confesionario.
No. Dios no quiere que los dones de su Espíritu estén concentrados en sólo dos manos, o en unas pocas manos. Hemos de sentir el legítimo orgullo de que Dios reparte sus dones a manos llenas, a voleo, por todo el inmenso campo de su Iglesia, y no sólo a cuatro privilegiados.
Por eso, porque todos somos testigos y profetas, hay que tener cuidado, y no dejar que nuestra conducta sea motivo de escándalo y, por tanto, de ocasión de caída o de pecado para otros. Sobre todo, si estamos hablando de los que son más débiles en la fe, o no tienen tantos argumentos para adaptarse a situaciones difíciles. Por eso, la afirmación que hemos oído, es mejor amputarse un miembro del propio cuerpo que sea ocasión de caída que conservar la integridad del cuerpo y perder la comunión con Dios. No hay que tomarlo al pie de la letra, pero sí entender el sentido, y poner los medios para evitar ese escándalo.
Es que Dios quiere demasiado a los hombres. A todos. Ante ese amor, podemos sentir vértigo. Dios ve todo desde otro punto de vista. Para Él, todos los hombres son hijos suyos, amados, y se pone contento cuando alguno de ellos acoge su don y lo hace vida, aunque sea de forma no ordinaria. Se entristece cuando sus hijos, en vez de ayudarse unos a otros, levantan de nuevo las barreras que Jesús ha venido a derribar.
A veces nos enfadamos por tonterías, pero Jesús nos invita a recordar qué es lo fundamental: el Reino de Dios, y lo que supone de desarrollo de la dignidad de la persona. Ojalá seamos capaces de vivir como Dios quiere, no por miedo al castigo, al fuego eterno y al gusano que roe y no muere, sino porque nos mueve el deseo de ser más como Él, dejando que lo que hacemos y lo que somos esté movido por el amor. El amor lo puede todo, incluso vencer al miedo. Y nos ayuda a trabajar con otros, con los que quieren luchar contra el pecado y la injusticia, sean o no de los nuestros."
(Alejandro Carbajo cmf, Ciudad Redonda)

No hay comentarios:

Publicar un comentario