Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador. Si uno de mis sarmientos no da fruto, lo corta; pero si da fruto, lo poda y lo limpia para que dé más. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado. Seguid unidos a mí como yo sigo unido a vosotros. Un sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no está unido a la vid. De igual manera, vosotros no podéis dar fruto si no permanecéis unidos a mí.
Yo soy la vid y vosotros sois los sarmientos. El que permanece unido a mí y yo unido a él, da mucho fruto; pues sin mí nada podéis hacer. El que no permanece unido a mí será echado fuera, y se secará como los sarmientos que se recogen y se queman en el fuego.
Si permanecéis unidos a mí, y si sois fieles a mis enseñanzas, pedid lo que queráis y se os dará. Mi Padre recibe honor cuando vosotros dais mucho fruto y llegáis así a ser verdaderos discípulos míos.
Si queremos dar fruto debemos permanecer unidos a Jesús. Él es la vid. Vivir recordando su presencia. Saberlo ver en los demás y en los más pobres. Esto hará que demos buenos frutos.
" (...) El texto evangélico de hoy nos recuerda que los sarmientos no darán ningún fruto si están separados de la vida. Traducido en cristiano: que si no estamos unidos a Jesús, que es la vid, es imposible que demos fruto. Si Brígida fue capaz de dar frutos de santidad para la vida del mundo es porque en toda su vida se mantuvo unida a la vid, a Jesús. Ahí encontró la fuerza para hacer todo lo que hizo, para enfrentarse a las dificultades que encontró y para vivir entregada a la oración y al servicio de los pobres. De todo ello fue capaz porque estuvo siempre bien unida a Jesús. Es suficiente para que pensemos un momento donde estamos nosotros."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)
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