lunes, 13 de marzo de 2023

SABER ESCUCHAR

 

En aquel tiempo, dijo Jesús al pueblo en la sinagoga de Nazaret: "Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio."
Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.

Nos cuesta aceptar que nos den lecciones y cambiar nuestras ideas que creemos las mejores. Hemos de saber escuchar, porque Dios nos habla a través de los otros. Y los más sencillos son los que más transparentan a Dios.

"Las palabras de Jesús ponen en evidencia las intenciones del corazón. Nazaret, su pueblo natal, parece una comunidad resignada a vivir en lo mismo, sin generar cambios reales. Las palabras de Jesús revelan la pobre imagen que tienen de sí mismos y la dureza de sus corazones. Los religiosos se indignan rechazando la novedad del mensaje. Este escenario lo podemos equiparar a esas resistencias que generan los cambios propuestos a partir de la sinodalidad en la Iglesia. Siempre encontraremos, como le ocurrió a Jesús, resistencia a la Buena Nueva del Reino. Pero esto, en lugar de desanimarnos, nos tiene que impulsar a fomentar nuevas formas de comunión. Hemos oído que la evangelización comienza por casa. El mayor de los retos hoy lo tenemos al interior de la Iglesia. Pidamos ser más dóciles a la voluntad de Dios; que nos conceda su Espíritu para que continúe guiando nuestro caminar. Qué estemos dispuestos a escucharnos como hermanos y hermanas." (Koinonía)

domingo, 12 de marzo de 2023

EL AGUA DE VIDA


 En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el manantial de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial. Era alrededor del mediodía. Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice: "Dame de beber." Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida. La samaritana le dice: "¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?" Porque los judíos no se tratan con los samaritanos. Jesús le contestó: "Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva." La mujer le dice: "Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?" Jesús le contestó: "El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna." La mujer le dice: "Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla."
[Él le dice: "Anda, llama a tu marido y vuelve." La mujer le contesta: "No tengo marido." Jesús le dice: "Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad."
La mujer le dice: "Señor,] veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén." Jesús le dice: "Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así. Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad." La mujer le dice: "Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo." Jesús le dice: "Soy yo, el que habla contigo."
[En esto llegaron sus discípulos y se extrañaban de que estuviera hablando con una mujer, aunque ninguno le dijo: "¿Qué le preguntas o de qué le hablas?" La mujer entonces dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente: "Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que ha hecho; ¿será éste el Mesías?" Salieron del pueblo y se pusieron en camino adonde estaba él.
Mientras tanto sus discípulos le insistían: "Maestro, come." Él les dijo: "Yo tengo por comida un alimento que vosotros no conocéis." Los discípulos comentaban entre ellos: "¿Le habrá traído alguien de comer?" Jesús les dice: "Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra. ¿No decís vosotros que faltan todavía cuatro meses para la cosecha? Yo os digo esto: Levantad los ojos y contemplad los campos, que están ya dorados para la siega; el segador ya está recibiendo salario y almacenando fruto para la vida eterna: y así, se alegran lo mismo sembrador y segador. Con todo, tiene razón el proverbio: Uno siembra y otro siega. Yo os envié a segar lo que no habéis sudado. Otros sudaron, y vosotros recogéis el fruto de sus sudores."]
En aquel pueblo muchos [samaritanos] creyeron en él [por el testimonio que había dado la mujer: "Me ha dicho todo lo que he hecho."] Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer: "Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo."

No sé tu nombre. El evangelista no nos dejó este «detalle».
Seguramente porque hay muchos y muchas que son como tú.
Pero nos cuenta que, como todos los días, con una rutina inconsciente, 
sales de casa, haces de lo de siempre, vas donde siempre, caminas como siempre... 
Llegas llena de polvo, y sucia de sudor, por ese sol de justicia que todo lo agrieta.
Las calles están vacías, a nadie se le ocurre salir con ese solazo... A ti sí.
A lo mejor es que prefieres no cruzarte con nadie.
Pero ojos escondidos te espían a través de las ventanas
y murmuran de ti, y te juzgan con desprecio, y te condenan:
«Es una cualquiera, se enrolla con todos los que se le ponen a tiro,
¡ya ha tenido cinco maridos!!!
¡ya ha tenido cinco maridos!!!». 
Lo cierto es que tienes sed, llevas el corazón reseco y agrietado, dolorido, desengañado de tantos que han jugado contigo, te han usado, y no te han devuelto ni la mínima parte de lo que tú les has dado.
Te has agotado de intentar encontrar un amor que te llene. 
Tarea siempre difícil. Y vacía te has quedado.
Llegas al pozo cansada de buscar y no encontrar nada, como tantos.
Quisieras que tu vida tuviera algún sentido, importarle a alguien, que te respetaran, que te tuvieran en cuenta, quisieras ser feliz, poder levantarte con ilusión cada mañana y triunfar sobre esa rutina  que te vence, que te cansa, que te aburre, que te hace estar harta de todo y de todos, y no ser menos que otros, encontrar un hombro sobre el que desahogarte (¡qué duro es tragarse a solas la soledad!), una sonrisa de comprensión cuando no te salen bien las cosas una chispa de esperanza cuando el cielo se vuelve negro.
Ese cántaro vacío que llevas contigo se parece mucho a tu corazón: nunca se llena del todo, se vacía deprisa.
Acudes siempre a los mismos pozos y acabas echando dentro cualquier agua, aunque realmente no calme tu sed.
Ningún agua sacia del todo nuestra sed. Volvemos de nuevo a tenerla.
Y al beberla y saborearla... apenas unos sorbitos, nos dejan con ganas de más. 
Y hoy, por sorpresa, sin esperarlo ni verlo venir, bajo ese calor del mediodía, distraída con tus pensamientos... te topas con Jesús.
Tuviste la enorme suerte de encontrarte con él, aunque no tenías ni idea de quién era, y te pidió de beber. 
Pero no le importó que fueras mujer, que estuvieras casada, que fueras una «hereje» samaritana. No le importó que le vieran charlando contigo.
Tú que andas sedienta, y te piden agua.
Tú que te sientes sola, y te piden un poco de compañía y conversación.
Tú tan necesitada de unas palabras amables y respetuosas... y te las piden a ti.
Lo que necesita ese Desconocido no era nada difícil para ti, pero tú sueles ponerte a la defensiva con cualquiera que se te acerca.
Hay demasiados prejuicios en tu cabeza (seguramente justificados), y demasiada desconfianza en el corazón.
¿Otro que intenta aprovecharse de ti? Sin embargo, también él parece cansado y necesitado, sediento como tú, y no te juzga, ni te da órdenes. Sólo te invita a mirar hacia dentro de ti, para que descubras que eres valiosa, que no te conoces bien, que tu corazón sigue siendo capaz de dar, y de amar, y que tú mereces algo mejor de lo que hasta ahora has encontrado, no puedes conformarte con el primero que llega, por que tienes dentro un manantial inagotable que nace de lo alto,
en el mismo corazón de Dios. 
Así que no busques fuera, pues lo que necesitas lo llevas dentro. 
Y cuando alguien no se quiere a sí mismo, no se valora lo suficiente nunca se sentirá querido por nadie,  sólo conseguirá que lo usen. 
Que dejes de autocompadecerte y mires a los que puedan necesitar tu humilde cántaro.
Necesitas reconocer tu verdad, tus errores, tu sentimiento de vacío, y ya va siendo hora de que te abras a Dios. 
Ese Dios que te necesita, que te pide, que no te hace reproches ni te juzga, que comprende tu dolor y te trata con respeto, que te abre caminos nuevos, que te hace mirarte a ti misma ojos nuevos, que te llena de esperanza.
Que te invita a quererte a pesar de tu vacío, tu pecado y tu pobreza.
Aquel Desconocido, a cambio de un poco de tu agua... te ha empapado de amor.
¡Qué suerte tuviste,  samaritana, y qué valiente por atreverte a abrirte a él!
Samaritana: Dile que también yo necesito su Agua Viva.
Dile que salga a mi encuentro en cualquier recodo del camino, y me diga sus palabras serenas.
Dile que tenga paciencia si, como tú al principio, parece que le rechazo, si me muestro autosuficiente, si me las doy de no necesitar nada ni a nadie.
Dile que me ayude también a reconocer mi verdad y sane mis heridas.
Pídele que me ensanche el corazón y me ayuda a descubrir que dentro de mí hay una Fuente de Vida (el Espíritu) con la que puedo dar a otros de beber.
Yo también quiero que se me acerque, a la hora que él elija, y me hable,  y me pida de beber.
Y pídele para mí también, que me haga capaz -como tú- 
de ir a contar a otros lo que me ha dicho, lo que ha hecho conmigo
y que yo sepa, como él, acoger, escuchar, comprender y animar a tantos que necesitan sentirse escuchados y acogidos, acompañados...
Con toda mi admiración y respeto, te saludo.

(Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf. Ciudad Redonda)

sábado, 11 de marzo de 2023

UN PADRE BUENO QUE NOS ESPERA

 


En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: "Ése acoge a los pecadores y come con ellos." Jesús les dijo esta parábola: "Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte que me toca de la fortuna." El padre les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de saciarse de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer. Recapacitando entonces, se dijo: "Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros."
Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo. Su hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo." Pero el padre dijo a sus criados: "Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado." Y empezaron el banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: "Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud." Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Y él replicó a su padre: "Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado." El padre le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado.""

La parábola del Padre Bueno (o del Hijo pródigo) la hemos leído y escuchado tantas veces, que corremos el peligro de pasar superficialmente sobre ella. Olvidamos que todos somos pecadores y debemos volver a la casa del Padre. Y olvidamos que Él está siempre esperándonos para abrazarnos. Y también somos el hijo mayor y nos creemos con derechos por considerarnos buenos cristianos. Pedir perdón y saber perdonar. Volver a la casa del Padre y alegrarnos cuando otros vuelven. Y sobre todo, convencernos de que Él siempre nos está esperando.

"Ambos hijos en la parábola se mueven en el terreno de la libertad. Sus proyectos de vida parecen muy diferentes, con experiencias que los terminan separando. En la búsqueda de nuevos horizontes, el hijo menor incurriré en grandes excesos y llega a experimentar el fracaso y el arrepentimiento. El mayor, elige la permanencia y la estabilidad. Está orgulloso de haber sido obediente a los mandatos de su Padre. Se siente merecedor de reconocimiento. Su posición lo vuelve incomprensivo e inclemente con el el hermano menor. El Padre, con actitudes más bien maternas, no se cansa de amar respetando la libertad de sus dos hijos. El amor que gesta la vida es capaz de esperar, abrazar, sostener, celebrar. Quien ama de verdad reconoce que toda vida es valiosa, única, y necesita ser acompañada con ternura. Pide en tu oración por aquellas personas a quienes te cuesta tolerar y perdonar." (Koinonía)

viernes, 10 de marzo de 2023

APODERARNOS DE LA VIÑA

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: "Escuchad otra parábola: Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los labradores, para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último les mandó a su hijo, diciéndose: "Tendrán respeto a mi hijo." Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron: "Éste es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia." Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron. Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?"
Le contestaron: "Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos." Y Jesús les dice: "¿No habéis leído nunca en la Escritura: "La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente"? Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos." Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que hablaba de ellos. Y, aunque buscaban echarle mano, temieron a la gente, que lo tenía por profeta.

El texto de hoy es para reflexionar qué hemos hecho de la Iglesia, qué hemos hecho de la viña. Los fariseos mataron al Hijo. Nosotros corremos el riesgo de echarlo de la Iglesia. Hacer de ella una suma de leyes y preceptos. Hacer de ella una forma de poder. Echar de ella a los humildes y sencillos...La Iglesia ha de ser la comunidad de los hijos de Dios. El lugar fraterno donde reine el Amor. ¿De verdad es eso la Iglesia?

"El mensaje de Jesús acerca del Reino es simple, pero provocador; sus palabras y parábolas generan en alguna esperanza y en otros, rechazo. El riesgo está en acomodar o amoldar el mensaje a nuestra conveniencia sin que nos confronte y, por ello, no transformemos nada, retrasando la presencia del Reino de Dios. Aunque nos convertimos en fieles custodios de la tradición de la Iglesia, terminamos encerrados en nuestros pequeños mundos religiosos, dejando de ser luz y fermento para el mundo. Vemos las resistencias que encuentran las propuestas del magisterio del Papa Francisco– Fratelli Tutti o Querida Amazonía– que busca reforma y transformación. La novedad del Evangelio se tiene que vivir como posibilidad de vida nueva, aunque esto represente renuncias significativas o se tenga que nadar a contracorriente del sistema mundo. Ojalá identifiquemos que el Reino es mucho más que la Iglesia y sus planes evangelizadores." (Koinonía)

jueves, 9 de marzo de 2023

DOS MUNDOS

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: "Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico. Y hasta los perros se le acercaban a lamerle la llagas.
Sucedió que se murió el mendigo, y los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán. Se murió también el rico, y lo enterraron. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantando los ojos, vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritó: "Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas." Pero Abrahán le contestó: "Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces. Y además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que no puedan cruzar, aunque quieran, desde aquí hacia vosotros, ni puedan pasar de ahí hasta nosotros." El rico insistió: "Te ruego, entonces, padre, que mandes a Lázaro a casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que, con su testimonio, evites que vengan también ellos a este lugar de tormento." Abrahán le dice: "Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen." El rico contestó: "No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a verlos, se arrepentirán." Abrahán le dijo: "Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto.""

La parábola de hoy nos muestra dos mundos. Por desgracia, tras 20 siglos, siguen existiendo. El mundo de los que tienen de todo y el mundo de los que no tienen nada. El mal no está en tener de todo, sino en no ver que hay quien no tiene nada. Nuestro egoísmo nos ciega de tal manera, que no vemos las necesidades de los otros. Siguen muriendo personas en el mar intentando conseguir una vida mejor y nosotros los ignoramos, y lo que es peor, levantamos muros para que no lleguen a nosotros. La Cuaresma debe servirnos para abrirnos los ojos. Para hacernos solidarios. Para comprender que el Reino de Dios es aquel en que todos son hermanos, en el que no hay diferencias, en el que reina el Amor.
 
"En la comunidad lucana, generaba tensión e indignación la desigualdad entre sus miembros. El ideal de vida propuesto por Jesús invitaba al no apego a las riquezas para evitar actitudes de indiferencia e indolencia frente a quienes pasaban necesidad. Este magnífico y dramático relato de Lázaro y el rico resume y visibiliza con claridad el desinterés con el que algunas personas viven su vínculo con los empobrecidos. Por distintos motivos no llegan a ver o, viendo el empobrecimiento, no les interesa ni les conmueve. De la empatía hay que pasar a la compasión, ya que no basta con tener gestos de caridad; la fe nos ha de volver personas solidarias y comprometidas. Pidamos a Dios que nuestros pequeños mundos no nos encierren ni vuelvan indiferentes. En la comunidad a la que perteneces, ¿de qué manera se lleva esperanza y solidaridad a los más vulnerables?" (Koinonía) 

miércoles, 8 de marzo de 2023

LA GRANDEZA ESTÁ EN SERVIR


 
En aquel tiempo, mientras iba subiendo Jesús a Jerusalén, tomando aparte a los Doce, les dijo por el camino: "Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, y lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles, para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen; y al tercer día resucitará."
Entonces se le acercó la madre de los Zebedeos con sus hijos y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: "¿Qué deseas?" Ella contestó: "Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda." Pero Jesús replicó: "No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?" Contestaron: "Lo somos." Él les dijo: "Mi cáliz lo beberéis; pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre."
Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús, reuniéndolos, les dijo: "Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos."

Jesús acaba de anunciarles su muerte  y la madre de los Zebedeos sólo piensa en el poder. Y los otros discípulos, que quieren lo mismo, se indignan al oírlo. No han entendido que la grandeza del hombre está en el servicio. Posiblemente seguimos sin entenderlo. No acabamos de comprender que una Iglesia que no sirve, no sirve para nada.

"Lo que pide la madre de los Zebedeos es un deseo que reside en el corazón de muchas personas: el “poder”. Jesús invita a canalizarlo siendo servidores. Los motivos que el poder trae consigo son muchos: privilegios, prestigio, dinero y un gran etcétera de posibilidades infinitas. El reconocimiento y la valoración son algo normal, pero Jesús cuestiona la rivalidad que esto puede generar. Hay quienes no comprenden su proyecto ni su modo de vida. No es casual que este episodio se desarrolle justo después de anunciar su Pasión. Quien quiera seguirlo ha de emplear todo su poder para amar y servir. No le demos cabida al servilismo o al autoritarismo. Fomentemos la igualdad." (Koinonía)

martes, 7 de marzo de 2023

LA VERDADERA HUMILDAD

 


En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo: "En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen. Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame maestros.
Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar consejeros, porque uno solo es vuestro consejero, Cristo. El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido."


Frente a la hipocresía, Jesús nos presenta la humildad. La verdadera humildad, que es reconocernos tal como somos. No una humildad artificial, que también es hipocresía, sino la real que no es estar repitiendo todo el día que no somos nadie, para que los demás nos llenen de elogios. Se trata de reconocer nuestra realidad con sus sombras y luces. Saber aceptar que no somos más que los demás, pero somos nosotros; ser auténticos. Y saber que lo que nos hace grandes es el servicio.

"Son muchas las personas que anhelan espacios donde alimentar su espiritualidad, sofocadas por un sistema que agota sus fuerzas. Reconocemos que buscar a Dios para “la fuga o huida” no sirve de mucho. Pero lo preocupante o vergonzoso son los testimonios de personas que dicen no encontrar en las comunidades o parroquias el ambiente propicio para un verdadero encuentro con Dios que les devuelva vitalidad. En la época de Jesús y las primeras comunidades, parece que pasaba algo similar. La religión del Templo y su mandatos se habían vuelto una carga más que una invitación a vivir la comunión con Dios. Por eso Jesús reclama a los líderes comunitarios que no se conviertan en piedras de tropiezo. Quien no se despoja de títulos, búsqueda de privilegios y protagonismos no podrá transparentar el amor de Dios. Sé compasivo, no legalista."