jueves, 9 de marzo de 2023

DOS MUNDOS

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: "Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico. Y hasta los perros se le acercaban a lamerle la llagas.
Sucedió que se murió el mendigo, y los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán. Se murió también el rico, y lo enterraron. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantando los ojos, vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritó: "Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas." Pero Abrahán le contestó: "Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces. Y además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que no puedan cruzar, aunque quieran, desde aquí hacia vosotros, ni puedan pasar de ahí hasta nosotros." El rico insistió: "Te ruego, entonces, padre, que mandes a Lázaro a casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que, con su testimonio, evites que vengan también ellos a este lugar de tormento." Abrahán le dice: "Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen." El rico contestó: "No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a verlos, se arrepentirán." Abrahán le dijo: "Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto.""

La parábola de hoy nos muestra dos mundos. Por desgracia, tras 20 siglos, siguen existiendo. El mundo de los que tienen de todo y el mundo de los que no tienen nada. El mal no está en tener de todo, sino en no ver que hay quien no tiene nada. Nuestro egoísmo nos ciega de tal manera, que no vemos las necesidades de los otros. Siguen muriendo personas en el mar intentando conseguir una vida mejor y nosotros los ignoramos, y lo que es peor, levantamos muros para que no lleguen a nosotros. La Cuaresma debe servirnos para abrirnos los ojos. Para hacernos solidarios. Para comprender que el Reino de Dios es aquel en que todos son hermanos, en el que no hay diferencias, en el que reina el Amor.
 
"En la comunidad lucana, generaba tensión e indignación la desigualdad entre sus miembros. El ideal de vida propuesto por Jesús invitaba al no apego a las riquezas para evitar actitudes de indiferencia e indolencia frente a quienes pasaban necesidad. Este magnífico y dramático relato de Lázaro y el rico resume y visibiliza con claridad el desinterés con el que algunas personas viven su vínculo con los empobrecidos. Por distintos motivos no llegan a ver o, viendo el empobrecimiento, no les interesa ni les conmueve. De la empatía hay que pasar a la compasión, ya que no basta con tener gestos de caridad; la fe nos ha de volver personas solidarias y comprometidas. Pidamos a Dios que nuestros pequeños mundos no nos encierren ni vuelvan indiferentes. En la comunidad a la que perteneces, ¿de qué manera se lleva esperanza y solidaridad a los más vulnerables?" (Koinonía) 

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