martes, 7 de marzo de 2023

LA VERDADERA HUMILDAD

 


En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo: "En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen. Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame maestros.
Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar consejeros, porque uno solo es vuestro consejero, Cristo. El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido."


Frente a la hipocresía, Jesús nos presenta la humildad. La verdadera humildad, que es reconocernos tal como somos. No una humildad artificial, que también es hipocresía, sino la real que no es estar repitiendo todo el día que no somos nadie, para que los demás nos llenen de elogios. Se trata de reconocer nuestra realidad con sus sombras y luces. Saber aceptar que no somos más que los demás, pero somos nosotros; ser auténticos. Y saber que lo que nos hace grandes es el servicio.

"Son muchas las personas que anhelan espacios donde alimentar su espiritualidad, sofocadas por un sistema que agota sus fuerzas. Reconocemos que buscar a Dios para “la fuga o huida” no sirve de mucho. Pero lo preocupante o vergonzoso son los testimonios de personas que dicen no encontrar en las comunidades o parroquias el ambiente propicio para un verdadero encuentro con Dios que les devuelva vitalidad. En la época de Jesús y las primeras comunidades, parece que pasaba algo similar. La religión del Templo y su mandatos se habían vuelto una carga más que una invitación a vivir la comunión con Dios. Por eso Jesús reclama a los líderes comunitarios que no se conviertan en piedras de tropiezo. Quien no se despoja de títulos, búsqueda de privilegios y protagonismos no podrá transparentar el amor de Dios. Sé compasivo, no legalista." 

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