El joven seguidor le explicó que de la parroquia de sus padres se habían hecho cargo los sacerdotes de un movimiento muy conocido. Habían eliminado todas las pequeñas comunidades y grupos. Las misas no habían sufrido ningún cambio, pero ellos tenían sus propias reuniones y misas, muy diferentes de las otras, pero solamente para los miembros de su grupo.
- No lo entiendo - dijo el joven - ¿por qué no transmiten su vida al resto de la parroquia?
Movió la cabeza el Anacoreta y dijo:
- Todos los grupos y comunidades, tanto las más tradicionales como las más avanzadas, tienen el peligro de caer en una espiritualidad de gueto.
Sonrió a su joven seguidor y prosiguió:
- Caen en una red de interpretaciones, se cierran en sí mismos y cierran las ventanas para que no se escape el Espíritu que creen poseer. Unos se creen los únicos poseedores de la verdad. Los otros se sienten incomprendidos. Pero todos desprecian a los demás, creen que no podrán compartir sus vivencias y corren el peligro de asfixiarse cerrando puertas y ventanas.
Suspiró, abrió la ventana y apoyó su gesto diciendo:
- Todos necesitamos abrir las ventanas. Dejar que entre el aire puro del Espíritu Santo. Debemos estar abiertos en todas direcciones. De lo contrario no formamos Iglesia, Comunidad, Asamblea, sino que simplemente creamos un gueto. Los guetos mueren de autocomplacencia, de narcisismo. Cierto que cuando estamos reunidos en su nombre, Jesús está en medio de nosotros. Pero antes hemos de haberlo encontrado en el peregrino, en el pobre, en el enfermo, en el perseguido, en el niño...en el Otro.
Es cert, sovint cerquem un espai on trobar-nos còmodes, amb els nostres, al nostre estil, la nostra manera,.... i perdem la riquesa d'obrir-nos a la realitat de tot el Poble de Déu. La pluralitat és enriquidora. No sé, repassem el capítol 3r de la 1a. als Corintis.
ResponderEliminarAdrià Nyel.
Hola Joan: bien es cierto que todos queremos que nuestra religión o credos sean los auténticos y nos encerramos en nuestro círculo sin querer abrirnos a los demás.
ResponderEliminarUn abrazo. Conchi
¡Cómo me suena lo que cuentas hoy! Es cierto que tod@s tendemos a cerrarnos y a pensar que lo nuestro siempre es lo mejor, quizás la diferencia sea que cuando sientes que te están echando de "tu casa" y que para quedarte tendrías que cambiar tu manera de creer, de actuar y hasta de pensar, cuesta mucho reaccionar a tiempo y plantar cara para defenderlo, posiblemente la marcha no sea lo mejor, pero hay momentos en que no se ve otro camino
ResponderEliminarSigo en mi tierra, no se todavía hasta cuando, un abrazo
Hace bastantes años que tuve ese mismo problema en mi parroquia. Aún habiéndome ofrecido para ayudar en cualquier labor varias veces, nunca fui llamado. Todo fueron buenas palabras pero quedó en nada.
ResponderEliminarPosteriormente, todo cambió con el nuevo párroco. Empezaron a funcionar muchos pequeños grupos de distintas cosas, cada grupo según el tiempo de que disponían sus componentes, los conocimientos, las vivencias, etc.
Curiosamente el nuevo párroco es un hombre muy mayor. Creo que el problema no está en la edad, sino en si entiendes que la parroquia está para toda la comunidad y no para algunos.
Un abrazo.
Pablo.
Y esto se aplica a todos en todos los aspectos de la vida. No sólo de las religiones o iglesias impuestas por el ser humano, imperfecto, sino al interior de nosotros, entre todos los individuos que formamos esta decadente sociedad en la que, por los malditos guetos, derramamos hasta la sangre por ver primero nuestro beneficio sin pensar en "el otro". Gracias por esta reflexión que le ha dado una vuelta increíble a justamente lo que yo sentía en este momento.
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