Hace ya mucho tiempo, demasiado, que no escribo ningún recuerdo de África. Dos hechos recientes me han transportado veinte años atrás: el asalto al supermercado en Andalucía y la señora que, recientemente, se fue del supermercado sin pagar. Sucedió en Bohicon, el pueblo del Benin donde viví tres de mis diez años africanos. Por aquel entonces era una República Popular Marxista. Un país fundamentalmente agrícola, aceite de palma y algodón como exportaciones más importantes, se iba degenerando al haberlo abandonado Francia. Benin nacionalizó las empresas que comercializaban el aceite y el algodón y Francia les dijo, pues ahí os quedáis con vuestro aceite y vuestro algodón. Así hemos tratado Europa al viejo continente. Cuando no podemos sacar nada de él lo abandonamos.
Pero volvamos a la historia. El jefe de policía del pueblo era un gigantón con cara de traganiños, pero con un corazón que no le cabía en el pecho. Un día, llegó gritando una vendedora del mercado. Decía que le habían robado una jofaina de arroz hervido y otra de salsa. Sabía quién era el ladrón y dónde vivía. Así que se fueron a esa casa. Cuando llegaron se encontraron con un grupo de niños escuálidos comiendo alrededor de la jofaina. El padre se dirigió al policía y le dijo:
- Mis hijos ya han podido comer después de tres días sin hacerlo. Ahora ya me puede llevar a la cárcel.
Aquel policía gigantón con cara de traganiños, miró a la vendedora y le preguntó cuánto valía todo. Sacó la cartera, pagó y le dijo:
- Ahora, márchese.
Y dejó a los niños comiendo tranquilamente.
Cuando me lo explicaba se le humedecieron los ojos.
Es evidente que saquear supermercados o irse sin pagar no es la solución. Pero, ¿qué hacemos los demás para solucionar esos problemas? ¿Por qué nuestros gobernantes se empeñan en recortar a los débiles y los ricos se hacen más ricos con la crisis? ¿Alguien me explica por qué la venta de coches de alta gama no ha bajado? ¿Sabe alguien de alguna clínica de cirugía estética que haya tenido que reducir personal?
A la señora que se fue sin pagar del supermercado la han condenado. No tuvo la suerte de encontrarse con un policía o un juez gigantón, con cara de traganiños, pero con un corazón que no le cabía en el pecho...
No sé respondre a les teves preguntes. Nomès dir-te que m'has fet plorar.
ResponderEliminarAbraçades, Joan Josep.
Maravilloso relato. Triste pero real: al final, viene el tercer mundo y nos da cien patadas en el estomago. Espero que esta crisis aporte más humanidad, porque si lo que nos espera es volver a lo mismo, mejor seguimos dormidos.
ResponderEliminarle interesaria publicar está historia en antropologianutricion.org ? muchas gracias
ResponderEliminarPodéis publicarla si queréis. Un abrazo: Joan Josep
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