Se lo explicaba con gran orgullo. Había renunciado al amor por seguir a Dios. El Anacoreta se lo miró alucinando. Se levantó, fue a la biblioteca y trajo un libro de Thomas Merton. Sin más, empezó a leer en voz alta:
- "Cuidado con la tentación de rehusar el amor, de rechazar el amor por motivos "ostensiblemente espirituales". Hay que considerar la terrible esterilidad de quienes, afirmando amar a Dios, en realidad se han dispensado de toda obligación de amar a alguien, y han permanecido inertes y embotados en un pequeño círculo de intereses abstractos y mezquinos que les implican a ellos y a unos pocos más, tan estériles como ellos."(1)
Miró a los ojos aquel hombre y le dijo:
- No renuncies a amar por nada del mundo. Renunciar a amar es renunciar a Dios.
Y aquel hombre se marchó pensativo...
(1) "Conjeturas de un espectador culpable", Thomas Merton, Ed. Sal Terrae 2011
Muy pensativo... gracias. Todos necesitamos pensar de vez en cuando.
ResponderEliminarRenunciar a amar es renunciar a Dios.¡Muchas gracias!Muy buen
ResponderEliminarpost. Dios le bendiga.