Seguían hablando sobre la oración. El Anacoreta dijo a su joven seguidor:
- Una cosa muy importante para que nuestra oración sea auténtica, es la sinceridad.
Ante la cara de sorpresa del joven, prosiguió:
- Sí. Puede parecer raro. Se supone, que si rezamos, estamos abriendo nuestro corazón a Dios. Pero, sin embargo, podemos tener la tentación de guardar cosas en nuestro interior y apartarlas de nuestra oración.
Miró un momento a lo lejos y concluyó.
- La prueba del nueve para saber si nuestra oración es sincera, es la vida. Si cuando salimos de la oración somos injustos, interesados, hipócritas. Si tras rezar, nuestros intereses pasan por encima de los demás...,es que nuestra oración no ha sido sincera. Ha sido simplemente una farsa. Y me temo que esto ocurre más de lo que creemos.
Por eso algunos no rezan o no van a misa porque ven demasiada falsedad en la oración de muchos creyentes. Claro que ello no es excusa para no rezar sinceramente.
ResponderEliminarNo todo el mundo sabe hacerlo, pues solo nos queda el ejemplo,pues es la máxima expresión.Una abraçada
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