Un grupo de jóvenes explicaron al Anacoreta cómo se reunían una vez a la semana para orar y cómo intentaban hacer cada día. individualmente, un rato de meditación. Señalaban el gozo íntimo, la paz, la serenidad que encontraban en estos momentos de meditación. El anciano, sonriendo, les dijo:
- Sí, pero pensad que la verdadera oración es la que nos dispone al servicio de los otros. No podemos separar la oración de la vida y el resultado de nuestros momentos de meditación no ha de ser el gozo íntimo y la paz, sino poner nuestra vida a disposición de todos aquellos que tienen necesidad de nosotros. De nuestra meditación debemos salir en una disposición de entrega total, dispuestos a ser servidores de los hombres. Una oración centrada en nosotros mismos y que sólo busque la paz, la serenidad, no es una oración cristiana.
Hola Joan Josep.
ResponderEliminarLa Oración también me da fuerzas para servir a los demás, además de Paz y serenidad.
Una abraçada, Montserrat
Claro!!Y la entrega a los demás es el fin de todo acto de amor.Pero la oración y el silencio nos renuevan el espíritu.SI es para pacificarnos ,sean bienvenidos,verdad?
ResponderEliminarBesucos de vuelta pausadamente
Gó