- Había en un pueblo un juez que no temía a Dios ni
respetaba a los hombres. Y en el mismo pueblo vivía
también una viuda, que tenía planteado un pleito y que fue al juez a pedirle
justicia contra su adversario. Durante mucho tiempo el juez no quiso atenderla, pero
finalmente pensó: ‘Yo no temo a Dios ni respeto a los hombres. Sin embargo, como esta viuda no deja de molestarme, le haré
justicia, para que no siga viniendo y acabe con mi paciencia.’
El Señor añadió:
- Pues bien, si esto es lo
que dijo aquel mal juez, ¿cómo Dios no va a hacer
justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Los hará esperar? Os digo que les hará justicia sin
demora. Pero cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará todavía fe en la
tierra?"
Esta parábola la cuenta Jesús tras hablar con los apóstoles sobre la llegada del Reino. Aquí no se habla de la importancia de la constancia en nuestra oración en general, sino de la insistencia en la petición de la llegada del Reino. Ese Reino de justicia, de hermandad, de Amor, que predicaba Jesús. Este texto nos muestra la importancia de la oración para que se cumpla la llegada de ese Reino.
Jesús nos presenta a una viuda. Ella es el ejemplo de la necesidad más absoluta en Israel. No tenía ningún derecho: es mujer y no tiene marido que la defienda. Frente a ella un juez corrupto. El poder, que no teme ni a Dios ni a los hombres. La perseverancia logrará, que aquel juez perverso, para que deje de molestarle, acabe por hacerle justicia.
Encontramos aquí una invitación a la lucha. Ciertamente a la oración, pero también a reclamar justicia constantemente; porque la oración debe traslucirse siempre en nuestra forma de vida. Nuestra sociedad corrupta permanece ciega a las necesidades de sus miembros. Nos llenamos la boca hablando de igualdad de derechos, pero todos sabemos que no es lo mismo nacer en una familia o en otra, en un país o en otro, en una raza o en otra...No es lo mismo robar mil euros, por los que irás a la cárcel, que atribuirte un sueldo multimillonario en un consejo de administración, aunque la empresa con todos sus empleados se vaya a la ruina.
Debemos clamar cada día para que Dios haga justicia a los marginados. Y eso significa que nosotros debemos luchar cada día para hacer efectiva esta justicia.
La pregunta final de Jesús es para nosotros como un mazazo. "Cuando el Hijo del Hombre vuelva ¿encontrará todavía fe en la tierra?"
Si convertimos nuestra oración en puro narcisismo, en mirar para otro lado, en paños calientes...seguro que no encontrará Fe. Si dedicamos nuestros esfuerzos a vivir mejor sin importarnos las necesidades de los otros, seguro que no encontrará Fe.
Hola Joan Josep.
ResponderEliminarAquest Evangeli m ´aporta esperança amb la Justicia de Déu.
Una abraçada, Montserrat.