Sí, hacía su trabajo correctamente, hacía viajes, hacía conferencias, hacía voluntariados, participaba en muchas comisiones, hacía muchísimas cosas...Hasta que un día se hundió. Se sentó en un banco del parque cuando iba a su casa y se preguntó:
- ¿Quién soy yo?
Lo dijo, sin darse cuenta, en voz alta. El Anacoreta que estaba sentado en aquel banco contemplando las flores y los árboles, sonriendo, le dijo:
- Eres lo que eres en tu interior.
El hombre lo miró sorprendido, pero al ver aquella sonrisa simpática, se sinceró con él y le explico su vida. Era un hombre de acción. En todo momento buscaba hacer algo. Todos lo valoraban por su eficacia. Todos buscaban su ayuda. Pero ahora se sentía vacío, como si aquellas pilas del anuncio, que duran y duran y duran, se le hubiesen agotado. Había hecho muchas cosas, pero no sabía quien era.
El Anacoreta lo miró con simpatía y le dijo:
- Supongo que has vivido siempre hacia afuera. Pensabas que eras lo que hacías y no has dedicado ni un solo momento a mirar en tu interior. Los psicólogos nos han hablado de el Ser y el Tener, pero también deberían habernos hablado del Ser y el Hacer. Ni somos lo que tenemos, ni somos lo que hacemos.
Lo miró a los ojos y prosiguió:
- ¿Sabes lo que hacía aquí sentado? Miraba. Miraba las flores, los árboles, los niños jugando; pero lo hacía mirando desde el interior. Has de buscar tiempo para mirar las cosas desde el interior. Para mirarte a ti mismo desde el interior. Para preguntarte por qué haces cada cosa. Porque lo importante no es hacer cosas, sino POR QUÉ se hacen las cosas.
Le puso una mano sobre el hombro y concluyó:
- Si miras tu interior, descubrirás una Presencia, su presencia y, entonces, todo cobrará un sentido en tu vida. Párate y mira tu interior.
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