"Llamó a los doce discípulos y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus impuros. Les ordenó que, aparte de un bastón, no llevaran nada para el camino: ni pan ni provisiones ni dinero. Podían calzar sandalias, pero no llevar ropa de repuesto. Les dijo:
– Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta que os marchéis del lugar. Y si en algún lugar no os reciben ni quieren escucharos, salid de allí y sacudíos el polvo de los pies para que les sirva de advertencia.
Entonces salieron los discípulos a decir a la gente que se volviera a Dios. También expulsaron muchos demonios y sanaron a muchos enfermos ungiéndolos con aceite."
Jesús nos envía a anunciar el Evangelio, la Buena Nueva. Todos los cristianos somos sus discípulos, sus enviados. Enviados a expulsar el mal y a sanar a los enfermos. Y Jesús nos envía ligeros de equipaje...
Nosotros hemos construido grandes templos, colegios, monasterios...Estamos preocupados por tener grandes medios para anunciar la Palabra. Nos acercamos a los poderosos para que nos ayuden (aunque ellos vivan muy lejos de la Palabra). No negaré que lo hemos hecho con buena voluntad. Para ser eficaces. Pero, ¿eso cuadra con las palabras de Jesús en este evangelio? ¿Esto es andar ligeros de equipaje, sin ni siquiera pan para el camino? No es de extrañar que no nos hagan caso.
Muchos, el único evangelio que leerán será nuestra vida. Y quizá, pensando en los medios, hemos olvidado el fin: expulsar el mal y curar a los enfermos. Llevar la alegría de la Palabra a todos. Y eso se hace con una vida sencilla, solidaria, entregada. Se hace entrando en las casas y no esperando que la gente venga a nosotros, a nuestros grandes medios...
El mundo lo transformaremos con nuestra vida, no con grandes edificios, con poder, con grandes medios. El mundo lo transformaremos llevando puerta a puerta el Amor de Dios. Con una vida fraterna y sencilla...
Nosotros hemos construido grandes templos, colegios, monasterios...Estamos preocupados por tener grandes medios para anunciar la Palabra. Nos acercamos a los poderosos para que nos ayuden (aunque ellos vivan muy lejos de la Palabra). No negaré que lo hemos hecho con buena voluntad. Para ser eficaces. Pero, ¿eso cuadra con las palabras de Jesús en este evangelio? ¿Esto es andar ligeros de equipaje, sin ni siquiera pan para el camino? No es de extrañar que no nos hagan caso.
Muchos, el único evangelio que leerán será nuestra vida. Y quizá, pensando en los medios, hemos olvidado el fin: expulsar el mal y curar a los enfermos. Llevar la alegría de la Palabra a todos. Y eso se hace con una vida sencilla, solidaria, entregada. Se hace entrando en las casas y no esperando que la gente venga a nosotros, a nuestros grandes medios...
El mundo lo transformaremos con nuestra vida, no con grandes edificios, con poder, con grandes medios. El mundo lo transformaremos llevando puerta a puerta el Amor de Dios. Con una vida fraterna y sencilla...
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