Volvían de una visita al médico. Las calles estaban repletas de gente; una auténtica marea humana. Entonces el Anacoreta comentó:
- ¡Cuánto ruido hay en la ciudad! ¡Qué necesario es el silencio!
Miró a su joven seguidor y añadió:
- No nos damos cuenta de que un pensamiento nacido del silencio es mucho más poderoso que un largo discurso. La palabra nacida del silencio es poderosa. El Espíritu de Dios está presente en todo, pero para poder sentirlo hay que hacer silencio en nuestro interior.
Y siguieron su camino en silencio.
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