"Aquel mismo día salió Jesús de casa y fue a sentarse a la orilla del lago. Como se reunió mucha gente, subió Jesús en una barca y se sentó, mientras la gente se quedaba en la orilla. Y se puso a hablarles de muchas cosas por medio de parábolas. Les dijo:
- Un sembrador salió a sembrar. Y al sembrar, una parte de la semilla cayó en el camino, y llegaron las aves y se la comieron. Otra parte cayó entre las piedras, donde no había mucha tierra; aquella semilla brotó pronto, porque la tierra no era profunda; pero el sol, al salir, la quemó, y como no tenía raíz, se secó. Otra parte cayó entre espinos, y los espinos crecieron y la ahogaron. Pero otra parte cayó en buena tierra y dio una buena cosecha: unas espigas dieron cien granos por semilla, otras dieron sesenta y otras treinta. Los que tienen oídos, oigan."
Esta es la primera de las siete parábolas del evangelio de Mateo. Hay un sembrador y una semilla igual para todos; pero el resultado es diferente. Todo depende de la tierra donde cae la semilla.
La semilla es la Palabra de Dios. ¿por qué esa diferencia de cosecha? Porque es nuestro terreno el que falla. Si estamos ocupados por mil y una cosa Si tenemos nuestra vida llena de piedras y yerbajos. Si estamos siendo pisoteados por mil actividades y revoloteados por mil ideas, no nos podemos extrañar de que la Palabra no arraigue en nosotros y no obtenga fruto. Nuestra sociedad es superficial y huye del esfuerzo. La Palabra nos exige un cambio de vida, que no realizaremos si nuestra tierra no está preparada, si nuestra tierra está seca y árida.
Esta es la primera de las siete parábolas del evangelio de Mateo. Hay un sembrador y una semilla igual para todos; pero el resultado es diferente. Todo depende de la tierra donde cae la semilla.
La semilla es la Palabra de Dios. ¿por qué esa diferencia de cosecha? Porque es nuestro terreno el que falla. Si estamos ocupados por mil y una cosa Si tenemos nuestra vida llena de piedras y yerbajos. Si estamos siendo pisoteados por mil actividades y revoloteados por mil ideas, no nos podemos extrañar de que la Palabra no arraigue en nosotros y no obtenga fruto. Nuestra sociedad es superficial y huye del esfuerzo. La Palabra nos exige un cambio de vida, que no realizaremos si nuestra tierra no está preparada, si nuestra tierra está seca y árida.
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