"Los seguidores de Juan el Bautista se acercaron a Jesús y le preguntaron:
– Nosotros y los fariseos ayunamos con frecuencia: ¿Por qué tus discípulos no ayunan?
Jesús les contestó:
– ¿Acaso pueden estar tristes los invitados a una boda mientras el novio está con ellos? Pero llegará el momento en que se lleven al novio, y entonces ayunarán. Nadie remienda un vestido viejo con un trozo de tela nueva, porque lo nuevo encoge y tira del vestido viejo, y el desgarrón se hace mayor. Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos, porque los odres revientan, y tanto el vino como los odres se pierden. Por eso hay que echar el vino nuevo en odres nuevos, para que se conserven ambas cosas."
Jesús nos trae el vino nuevo del Nuevo Testamento, y no podemos meterlo en odres viejos de ritos y ceremonias, sino en el odre nuevo de nuestro corazón. Cuando olvidamos a Jesús y nos alejamos de Él, es cuando debemos ayunar y estar tristes. La verdadera espiritualidad, la que nos acerca a Dios, es la que nos llena el corazón de alegría, de paz, de amor. Todo lo que nos produce tristeza, angustia, dolor, no nos lleva, si no que nos aleja, del Señor.
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