El joven seguidor elogiaba a una persona mediática. El Anacoreta sonrió y dijo al joven:
- Los hombres tenemos tendencia a valorar las apariencias, pero lo importante es el interior de las personas.
Hizo una pausa y dijo:
- En el siglo XV vivió el monje más famoso de todo el Japón, Ikkyu, que era hijo ilegítimo del emperador. Cuando el príncipe de la provincia en que vivía decidió dar una gram fiesta le invitó, reservándole un honroso lugar a su lado. El día de la fiesta el monje apareció humildemente vestido, casi parecía un mendigo, con lo cual el príncipe montó en cólera y le expulsó. Luego Ikkyu regresó ataviado con buenas vestimentas y, una vez en el palacio, se las fue quitando lentamente y las dejó en una silla.
- ¿Qué estás haciendo? - Preguntó el príncipe.
- Te había entendido mal, pensaba que me habías invitado a mí, pero invitaste a mi vestimenta, así que aquí la dejo - respondió el monje.
Miró sonriendo a los ojos del joven seguidor y concluyó:
- Si miramos las apariencias, corremos el riego de perder a la persona.
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