"No penséis que yo he venido a poner fin a la ley de Moisés y a las enseñanzas de los profetas. No he venido a ponerles fin, sino a darles su verdadero sentido. Porque os aseguro que mientras existan el cielo y la tierra no se le quitará a la ley ni un punto ni una coma, hasta que suceda lo que tenga que suceder. Por eso, el que quebrante uno de los mandamientos de la ley, aunque sea el más pequeño, y no enseñe a la gente a obedecerlos, será considerado el más pequeño en el reino de los cielos. Pero el que los obedezca y enseñe a otros a hacer lo mismo, será considerado grande en el reino de los cielos.
Porque os digo que si no superáis a los maestros de la ley y a los fariseos en hacer lo que es justo delante de Dios, no entraréis en el reino de los cielos.
Habéis oído que a vuestros antepasados se les dijo: ‘No mates, pues el que mata será condenado.’ Pero yo os digo que todo el que se enoje con su hermano será condenado; el que insulte a su hermano será juzgado por la Junta Suprema, y el que injurie gravemente a su hermano se hará merecedor del fuego del infierno.
Así que, si al llevar tu ofrenda al altar te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí mismo delante del altar y ve primero a ponerte en paz con tu hermano. Entonces podrás volver al altar y presentar tu ofrenda.
Si alguien quiere llevarte a juicio, procura ponerte de acuerdo con él mientras aún estés a tiempo, para que no te entregue al juez; porque si no, el juez te entregará a los guardias y te meterán en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que pagues el último céntimo.
Habéis oído que antes se dijo: ‘No cometas adulterio.’ Pero yo os digo que cualquiera que mira con codicia a una mujer ya cometió adulterio con ella en su corazón.
Por tanto, si tu ojo derecho te hace caer en pecado, sácalo y échalo lejos de ti; mejor es que pierdas una sola parte del cuerpo y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. Y si tu mano derecha te hace caer en pecado, córtala y échala lejos de ti; mejor es que pierdas una sola parte del cuerpo y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno.
También se dijo: ‘Cualquiera que se separe de su esposa deberá darle un certificado de separación.’ Pero yo os digo que todo aquel que se separa de su esposa, a no ser en caso de inmoralidad sexual, la pone en peligro de cometer adulterio. Y el que se casa con una mujer separada también comete adulterio.
También habéis oído que se dijo a los antepasados: ‘No dejes de cumplir lo que hayas ofrecido bajo juramento al Señor.’ Pero yo os digo que no juréis por nada ni por nadie. No juréis por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. Ni siquiera juréis por vuestra propia cabeza, porque no podéis hacer que os salga blanco o negro ni un solo cabello. Si decís ‘Sí’, que sea sí; y si decís ‘No’, que sea no. Lo que se aparta de esto, es malo."
Jesús no elimina la ley, pero quiere que no se reduzca a letra, a meras obligaciones. Jesús quiere que la ley sea vida.
Aquí habla a sus discípulos de algunos mandamientos y la forma como la cumplían los maestros de la ley y los fariseos. Él les pide que lo hagan con más sinceridad. No se trata de no matar, sino de respetar al otro hasta en los más mínimos detalles. Hasta el punto que nuestras oraciones y ofrendas no tienen ningún valor si no estamos en paz con los demás.
Con el adulterio nos muestra que no se trata de los actos, sino de las intenciones, lo que enturbia nuestro comportamiento.
La ley del divorcio judía era totalmente machista y era el marido el que enviaba fuera de casa a la mujer por cualquier motivo. Por eso Jesús se muestra tan severo con el hombre que se divorcia.
Para Jesús no hace falta el juramento para asegurar de que no se miente. A la persona honesta le basta con decir sí, cuando es sí y no, cuando es no.
En otros textos veremos cómo Jesús afina la ley, reduciéndola al amor: amor a Dios y amor al prójimo.
Jesús no elimina la ley, pero quiere que no se reduzca a letra, a meras obligaciones. Jesús quiere que la ley sea vida.
Aquí habla a sus discípulos de algunos mandamientos y la forma como la cumplían los maestros de la ley y los fariseos. Él les pide que lo hagan con más sinceridad. No se trata de no matar, sino de respetar al otro hasta en los más mínimos detalles. Hasta el punto que nuestras oraciones y ofrendas no tienen ningún valor si no estamos en paz con los demás.
Con el adulterio nos muestra que no se trata de los actos, sino de las intenciones, lo que enturbia nuestro comportamiento.
La ley del divorcio judía era totalmente machista y era el marido el que enviaba fuera de casa a la mujer por cualquier motivo. Por eso Jesús se muestra tan severo con el hombre que se divorcia.
Para Jesús no hace falta el juramento para asegurar de que no se miente. A la persona honesta le basta con decir sí, cuando es sí y no, cuando es no.
En otros textos veremos cómo Jesús afina la ley, reduciéndola al amor: amor a Dios y amor al prójimo.
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