domingo, 5 de febrero de 2017

LUZ Y SAL DEL MUNDO


 "Vosotros sois la sal de este mundo. Pero si la sal deja de ser salada, ¿cómo seguirá salando? Ya no sirve para nada, así que se la arroja a la calle y la gente la pisotea.
Vosotros sois la luz de este mundo. Una ciudad situada en lo alto de un monte no puede ocultarse; y una lámpara no se enciende para taparla con alguna vasija,sino que se la pone en alto para que alumbre a todos los que están en la casa. Del mismo modo, procurad que vuestra luz brille delante de la gente, para que, viendo el bien que hacéis, alaben todos a vuestro Padre que está en el cielo."

La sal da sabor a los alimentos, y, en tiempos de Jesús, la salazón era uno de los pocos sistemas de conservación de los mismos.
La luz hace que veamos, permite la vida.
Jesús quiere que seamos sal y luz. ¿Qué es lo que nos pide?. En la primera lectura, Isaías nos lo dice con claridad:
"...partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que va desnudo y no cerrarte a tu propia carne. Entonces romperá tu luz como la aurora..."
Este es verdadero apostolado, esta es la verdadera luz que hará que todos alaben al Padre. No son las palabras, ni los dogmas, ni las ceremonias. Son las obras en favor del prójimo más desfavorecido las que harán que acerquemos a los hombres a Dios.
No se trata de hacer propaganda de nuestras "buenas obras". Se trata de hacer de nuestra vida un acto de entrega, una lucha constante por la justicia, un amor real a todos. 



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