domingo, 19 de noviembre de 2017

DIOS NOS PIDE VIVIR


"El reino de los cielos es como un hombre que, a punto de viajar a otro país, llamó a sus criados y los dejó al cargo de sus negocios. A uno le entregó cinco mil monedas, a otro dos mil y a otro mil: a cada cual conforme a su capacidad. Luego emprendió el viaje. El criado que recibió las cinco mil monedas negoció con el dinero y ganó otras cinco mil. Del mismo modo, el que recibió dos mil ganó otras dos mil. Pero el que recibió mil, fue y escondió el dinero de su señor en un hoyo que cavó en la tierra.
Al cabo de mucho tiempo regresó el señor de aquellos criados y se puso a hacer cuentas con ellos. Llegó primero el que había recibido las cinco mil monedas, y entregando a su señor otras cinco mil le dijo:
- Señor, tú me entregaste cinco mil, y aquí tienes otras cinco mil que he ganado.
El señor le dijo:
- Muy bien, eres un criado bueno y fiel. Y como has sido fiel en lo poco, yo te pondré al cargo de mucho más. Entra y alégrate conmigo.
Después llegó el criado que había recibido las dos mil monedas, y dijo:
- Señor, tú me entregaste dos mil, y aquí tienes otras dos mil que he ganado.
El señor le dijo:
- Muy bien, eres un criado bueno y fiel. Y como has sido fiel en lo poco, yo te pondré al cargo de mucho más. Entra y alégrate conmigo. 
Por último llegó el criado que había recibido mil monedas y dijo a su amo:
- Señor, yo sabía que eres un hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste. Por eso tuve miedo; así que fui y escondí tu dinero en la tierra. Aquí tienes lo que es tuyo.
El amo le contestó:
- Tú eres un criado malo y holgazán. Puesto que sabías que yo cosecho donde no sembré y recojo donde no esparcí, debías haber llevado mi dinero al banco, y yo, a mi regreso, lo habría recibido junto con los intereses.
Y dijo a los que allí estaban:
- Quitadle a este las mil monedas y dádselas al que tiene diez mil. Porque al que tiene, se le dará más y tendrá de sobra; pero al que no tiene, hasta lo que tiene se le quitará. Y a este criado inútil arrojadlo fuera, a la oscuridad. Allí llorará y le rechinarán los dientes.

Esta parábola puede interpretarse de dos maneras erróneas. Hacerlo fijándonos en la "productividad". Concluyendo, que para Dios lo importante es el éxito en nuestras obras. Lo que producimos.
El otro error, es mostrarnos un Dios severo al que hay que temer, como temía el tercer siervo a su señor.
Los talentos son nuestras vidas. Y lo que nos está diciendo esta parábola, es que no debemos enterrarla. Todos tenemos un camino y debemos recorrerlo amando. Enterrar el talento es no seguir nuestro camino. Es no vivir nuestra vida. 
Seguir el camino, vivir nuestra vida, pide arriesgarnos. Quizá nos equivoquemos. A Dios, sin embargo, lo que le preocupa no es que nos equivoquemos, si no que nos neguemos a vivir la vida, a seguir nuestro camino amando. A vivir encerrados en nosotros mismos, "enterrados".
Dios nos ama y nos comprende. El miedo nos aleja de Él, no nos hace sus hijos. Demasiadas veces hemos presentado a los demás, un Dios terrible, castigador, que nos juzga continuamente. Y así hemos alejado de Él a muchos. Jesús nos habla de un Padre misericordioso. De alguien que sale tras la oveja perdida. De un Padre que sale cada mañana a otear el horizonte por si vuelve el hijo perdido...
Si vivimos nuestra vida con entrega y nos lanzamos al camino a amar a todos los hombres, nuestros talentos darán su fruto. Dios nos pide vivir, no enterrarnos.



2 comentarios: