"No juzguéis a nadie, para que Dios no os juzgue a vosotros. Pues Dios os juzgará de la misma manera que vosotros juzguéis a los demás; y con la misma medida con que midáis, Dios os medirá a vosotros. ¿Por qué miras la paja que tu hermano tiene en su ojo y no te fijas en el tronco que tú tienes en el tuyo? Y si tú tienes un tronco en el tuyo, ¿cómo podrás decirle a tu hermano: ‘Déjame sacarte la paja que tienes en el ojo’¡ ¡Hipócrita!, sácate primero el tronco de tu propio ojo, y así podrás ver bien para sacar la paja del ojo de tu hermano."
En nuestra sociedad nos pasamos el día juzgando a los demás. Desde la religión que practica, la política que sigue, el club al que pertenece, la moda que sigue...Y lo que es peor, juzgamos sus actos. No nos damos cuenta, que la mayoría de veces, lo que hacemos, es proyectarnos. Vemos en el otro nuestros propios defectos.
Jesús nos invita a ver a los demás con ojos limpios. A aceptarlos tal cual son, con sus diferencias legítimas. Es más nos invita a mirarlos con los ojos que Él los mira: ojos misericordiosos, ojos amorosos.
Antes de juzgar al otro debemos mirarnos a nosotros mismos. Nosotros somos responsables de nuestros defectos, y son estos los que debemos corregir. Al otro lo ayudaremos con nuestra comprensión, no con nuestros juicios severos.
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