lunes, 11 de junio de 2018

LA VUELTA A LA TORTILLA


"Al ver la multitud, Jesús subió al monte y se sentó. Sus discípulos se le acercaron, y él comenzó a enseñarles diciendo:
- Dichosos los que reconocen su pobreza espiritual, porque suyo es el reino de los cielos. 
Dichosos los que sufren, porque serán consolados. 
Dichosos los humildes, porque heredarán la tierra que Dios les ha prometido. 
Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán satisfechos. 
Dichosos los compasivos, porque Dios tendrá compasión de ellos.
Dichosos los de corazón limpio, porque verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz, porque Dios los llamará hijos suyos.
Dichosos los perseguidos por hacer lo que es justo, porque suyo es el reino de los cielos.
Dichosos vosotros, cuando la gente os insulte y os maltrate, y cuando por causa mía digan contra vosotros toda clase de mentiras. ¡Alegraos, estad contentos, porque en el cielo tenéis preparada una gran recompensa! Así persiguieron también a los profetas que vivieron antes que vosotros."

Las Bienaventuranzas es uno de los puntos centrales del Evangelio. Jesús quiere que seamos felices. ¿Pero cree Jesús que la felicidad se encuentra donde nuestra sociedad la busca? Leyendo este texto es evidente que no. Fano, en su ilustración, utiliza una expresión muy popular: Jesús le da la vuelta a la tortilla. Donde nosotros creemos que está la desgracia, la tristeza, allí coloca Jesús la felicidad. Arturo Paoli, en un libro suyo, nos dice que las Bienaventuranzas son un estilo de vida. Pobre es el hombre libre, no atado por el dinero, capaz de comprender las necesidades del otro. A él las, cosas no le aprisionan, le sirven para compartir.
Solamente el que sufre, puede comprender el sufrimiento de los demás. Consolar y ser consolado.
Es humilde aquel que se ve tal como es. El que pone sus cualidades al servicio de los demás.
Los justos tienen hambre y sed de justicia. Una justicia igual para todos, tan diferente de la que reina en nuestra sociedad.
Compasivo es aquel que es capaz de padecer con el otro. No el que los mira desde arriba, sino que se pone junto a él, a su nivel.
Tienen el corazón limpio aquellos que saben mirar las cosas y las personas con ojos puros, con una mirada sencilla, que saben mirar más allá.
El verdadero pacificador sabe llenar de paz todo lo que toma contacto con él. La paz de Jesús, aquella que nadie puede quitarnos.
Nos pueden perseguir, nos pueden insultar, nos pueden matar...pero si es  causa de que intentamos obrar rectamente, esto, lejos de entristecernos, nos hará dichosos por ser dignos seguidores de Jesús.


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