El anciano y su joven discípulo paseaban al atardecer. El calor empezaba a apretar y a aquella hora era agradable pasear. El joven seguidor comentaba el aumento de la delincuencia en su barrio, la corrupción, las injusticas que se producían en la sociedad.
- Abría que castigarlos correctamente, darles una verdadera lección. Que se sepa que el mal no queda impune.
El anciano sonrió con aquella sonrisa característica suya, cuando no estaba del todo conforme con lo que oía. Luego dijo:
- Sí. Pero sabes una cosa, hay que comprender a las personas. Esto significa que no debemos limitarnos a considerar el mal que realizan. Hemos de buscar las razones que lo han empujado, sus circunstancias personales. Es entonces cuando podremos perdonar.
Miró a los ojos a su discípulo ya añadió:
- ¿Sabes una cosa? Es devolviéndoles el bien por el mal que han hecho como los haremos cambiar. Reléete el evangelio de hoy.
Y siguieron paseando en silencio.
Retornar el bé pel mal que hem fet com canviarem.
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