"Un día en que de nuevo se había juntado mucha gente y no tenían nada que comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:
– Siento compasión de esta gente, porque ya hace tres días que están aquí conmigo y no tienen nada que comer. Y si los envío en ayunas a sus casas pueden desfallecer por el camino, porque algunos han venido de lejos.
Sus discípulos le contestaron:
– ¿Pero cómo se les puede dar de comer en un lugar como este, donde no vive nadie?
Jesús les preguntó:
– ¿Cuántos panes tenéis?
– Siete – dijeron ellos.
Mandó entonces que la gente se sentara en el suelo, tomó en sus manos los siete panes y, habiendo dado gracias a Dios, los partió, los dio a sus discípulos y ellos los repartieron entre la gente. Tenían también unos cuantos peces; Jesús dio gracias a Dios por ellos, y también mandó repartirlos. Todos comieron hasta quedar satisfechos, y llenaron todavía siete canastas con los trozos sobrantes. Los que comieron eran cerca de cuatro mil. Después de esto, Jesús los despidió, subió a la barca con sus discípulos y se fue a la región de Dalmanuta."
En el mundo hay pan para todos. El problema está en que algunos lo cumulan todo. Tras la crisis, se ha comprobado que los ricos son más ricos y los pobres más pobres. Si consideramos el número siete como simbólico, el relato significa que los discípulos tenían mucho pan y la multitud nada. Si de verdad compartimos, desaparecerá el hambre y las desigualdades del mundo.
"El hambre es uno de los flagelos que azotan al mundo. Según la FAO hay 750 millones de personas en el mundo que padecen hambre, es decir, 12.9% de la población mundial en contraste con los ocho personajes más ricos del mundo que han acumulado un capital que equivale a la mitad de los bienes de la población mundial. ¡Qué desproporción! Jesús siente compasión por las gentes que tienen hambre. Invita a compartir los bienes para que todos tengan una vida digna, equitativa. Jesús proporciona no solo pan material, también el pan del amor, de la paz, de la gracia, en fin, un pan abundante y delicioso capaz de saciar todas las hambres de la humanidad. Construir un mundo nuevo, alternativo, equitativo, justo y fraterno es la gran enseñanza que nos comunica Jesús en este día. Es oportuno hacer una buena revisión de vida y un análisis crítico de nuestra realidad para identificar las desigualdades flagrantes de nuestra sociedad y plantear alternativas posibles. ¿Te arriesgas a asumir este desafío?" (Koinonía)
"El hambre es uno de los flagelos que azotan al mundo. Según la FAO hay 750 millones de personas en el mundo que padecen hambre, es decir, 12.9% de la población mundial en contraste con los ocho personajes más ricos del mundo que han acumulado un capital que equivale a la mitad de los bienes de la población mundial. ¡Qué desproporción! Jesús siente compasión por las gentes que tienen hambre. Invita a compartir los bienes para que todos tengan una vida digna, equitativa. Jesús proporciona no solo pan material, también el pan del amor, de la paz, de la gracia, en fin, un pan abundante y delicioso capaz de saciar todas las hambres de la humanidad. Construir un mundo nuevo, alternativo, equitativo, justo y fraterno es la gran enseñanza que nos comunica Jesús en este día. Es oportuno hacer una buena revisión de vida y un análisis crítico de nuestra realidad para identificar las desigualdades flagrantes de nuestra sociedad y plantear alternativas posibles. ¿Te arriesgas a asumir este desafío?" (Koinonía)
– Siento compasión de esta gente, porque ya hace tres días que están aquí conmigo y no tienen nada que comer. Y si los envío en ayunas a sus casas pueden desfallecer por el camino, porque algunos han venido de lejos.
ResponderEliminarSus discípulos le contestaron:
– ¿Pero cómo se les puede dar de comer en un lugar como este, donde no vive nadie?
Jesús les preguntó:
– ¿Cuántos panes tenéis?
– Siete – dijeron ellos.
Mandó entonces que la gente se sentara en el suelo, tomó en sus manos los siete panes y, habiendo dado gracias a Dios, los partió, los dio a sus discípulos y ellos los repartieron entre la gente. Tenían también unos cuantos peces; Jesús dio gracias a Dios por ellos, y también mandó repartirlos. Todos comieron hasta quedar satisfechos, y llenaron todavía siete canastas con los trozos sobrantes.