lunes, 8 de marzo de 2021

EL ANACORETA Y LA DIVERSIDAD


 
En aquel tiempo, dijo Jesús al pueblo en la sinagoga de Nazaret: "Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio."
Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.

El Anacoreta dijo a su discípulo:
- Nuestra sociedad parece abierta. Internet ha reducido las distancias. Sin embargo estamos más encerrados en nosotros mismos que nunca. No aceptamos las diferencias. Nos rodeamos de los que piensan como nosotros. No aceptamos a los que vienen del exterior. Llamamos cultura a la nuestra y rechazamos a las demás. 
Dios es universal, se muestra a todos y no tiene preferencias, a no ser la de los pobres, necesitados, perseguidos...los pequeños. ¿Qué esperamos a aceptar a todo el mundo como hermanos?

"En muchos momentos de su historia, el pueblo de la Biblia padeció un etnocentrismo rancio, similar al de muchos trasnochados nacionalismos actuales. Al colocarse en el centro exclusivo de la beneficencia de Dios, le impedía apreciar la nobleza, bondad y verdad que estaba operando en las culturas de su alrededor, predominantemente paganas e idólatras. El peso de esto es determinante en las actitudes que encontramos en las páginas bíblicas. Lo que san Lucas plantea en el discurso inaugural de Nazaret, es que el Evangelio de Dios está destinado también a los extranjeros, no solo a los judíos. Entendamos que este discurso respondía al hecho de que la fe cristiana había sido rechazada por los judíos.
La palabra de Dios, por su propia naturaleza, es una palabra inmersa en la cultura en la que habla. En cualquier caso, los efectos de esa palabra deberán notarse en el pan y la salud para los hambrientos y los enfermos, bordando con la lectura de hoy. ¿Qué bondades percibimos en las personas que no comparten nuestro credo?" (Koinonía)

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