En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: "Yo me voy y me buscaréis, y moriréis por vuestro pecado. Donde yo voy no podéis venir vosotros." Y los judíos comentaban: "¿Será que va a suicidarse, y por eso dice: "Donde yo voy no podéis venir vosotros"?" Y él continuaba: "Vosotros sois de aquí abajo, yo soy de allá arriba: vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Con razón os he dicho que moriréis por vuestros pecados: pues, si no creéis que yo soy, moriréis por vuestros pecados."
Ellos le decían: "¿Quién eres tú?" Jesús les contestó: "Ante todo, eso mismo que os estoy diciendo. Podría decir y condenar muchas cosas en vosotros; pero el que me envió es veraz, y yo comunico al mundo lo que he aprendido de él." Ellos no comprendieron que les hablaba del Padre. Y entonces dijo Jesús: "Cuando levantéis al Hijo del hombre, sabréis que yo soy, y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada." Cuando les exponía esto, muchos creyeron en él.
Su muerte ignominiosa, clavado en una cruz, es sin embargo lo que le eleva, le ensalza. Su entrega total nos salva, nos hace llegar al Padre. Nosotros, como Jesús, debemos entregar toda nuestra vida para llegar al Padre. Entregar nuestra vida es servir a los demás, es amar.
"En la historia de cada persona hay momentos de “ajá”, en los que algo se acomoda en su lugar, y algo hace sentido de una manera diferente. Ese momento del “clic” respecto a quién es Jesús será el de su “levantamiento”, en el evangelio de Juan. Se trata de una manera de referir a su muerte en cruz y a su resurrección de entre los muertos. Ese momento le dará consistencia a todo lo hecho y dicho por Jesús de manera nueva. Para el lector ese clic representa la inteligencia del origen verdadero del enviado celeste: él es de arriba.
Tener conciencia de la propia identidad es un proceso gradual que no siempre procede de una sola línea, sino que resulta del cruce e interacción de varios elementos. El medio y ambiente familiar de la infancia, determinadas experiencias puntuales de la adolescencia, el cambiante círculo de relaciones juveniles, los vaivenes laborales y familiares de la adultez, son los que forjan el modo en el que decimos “Yo soy…”. Ese “Yo soy” siempre es relacional." (Koinonía)
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