Jesús lo oyó y les dijo: "No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar justos, sino pecadores".
Nuestra sociedad, hoy, como los fariseos, también criticaría a Jesús. A Leví hoy lo llamaríamos "corrupto". Era recaudador de impuestos, colaborador por lo tanto con los dominadores, y se enriquecía haciendo trampas. Jesús no sólo se acerca a él, sino que lo llama para ser uno de sus discípulos. Hoy sería la Iglesia de las fronteras, de la periferia, que nos llama a ser el Papa Francisco. No tener miedo a mancharnos con el barro, si luchamos por atraer a los alejados, a los marginados, a los despreciados...a Dios.
"Jesús sale al encuentro de toda persona, principalmente de quienes la sociedad rechaza. Con ellas y desde ellas está dispuesto a construir el Reino. Pero, antes, es importante que quienes queramos seguirlo depongamos todo aquello que no nos dejará crecer en el seguimiento de Jesús. En algo somos frágiles, en algo hemos de crecer; una parte de nosotros debe cambiar para que el mundo cambie. Jesús llama a personas pecadoras para que aprendan a vivir con dignidad. Como a Saúl, el aceite de nuestro bautismo nos recordó que la vida se regenera cuando se la cura. La invitación es a construir relaciones dignificantes, en las familias, comunidades, sociedades que reconozcan su humanidad, en donde la política, la economía, la religión están al servicio de la vida. Eres persona ungida no por mérito sino por puro amor incondicional por parte de Dios; sólo espera la correspondencia a ese amor providente. Que nuestra acción pastoral sea para alegrar y transformar. ¿Dónde crees que Dios te está necesitando para iluminar y liberar? ¡Escúchalo y síguelo!" (Koinonía)
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